MADRID, 26 (OTR/PRESS)
La mayor parte de las personas a quienes se las pregunta si creen que una persona ha alcanzado madurez suficiente a los 16 años como para decidir por si misma, sin consultar con sus padres, la interrupción voluntaria de un embarazo, contestan que no. El presidente del Congreso, también es de esa opinión. Y como él, otros dirigentes socialistas (Barreda, Fernández Vara, Jáuregui, Rodríguez Ibarra) que también discrepan de algunos aspectos del Anteproyecto de Ley sobre el aborto ideado por la ministra Bibiana Aido. La ministra que no es ginecóloga, ni genetista, ni tampoco hay constancia curricular de que se haya doctorado en Filosofía, dio a luz hace unos días una innovadora aportación científica según la cual un feto de trece semanas, es un ser vivo, pero no es un ser humano.
Como este es un asunto serio, convendría que la señora ministra pida a algún ginecólogo que la muestre la ecografía de un feto de trece semanas de vida. Si lo hace, resolverá sus dudas y podrá ver lo que, a juzgar por sus palabras, ignora. Podrá ver a un ser humano en desarrollo. Un ser que tiene cara, nariz, sexo; un ser que se mueve, que se chupa el dedo. Podría ver, ya digo, a un ser humano en desarrollo, un ser no completo que lo será del todo cuando nazca. En el mundo de la filosofía, la discusión sobre la nada y el ser ha dado vida a dudas y hallazgos dialécticos muy señalados.
Cuando Descartes escribió el «Tratado de la formación del feto», la ciencia de su tiempo desconocía el procedimiento de exploración abdominal que permite realizar ecografías, pero tenía claras estas cuestiones. La ciudadana Aido tiene la ventaja de las ecografías. Quizá podría tomarse la molestia de ver una ecografía y resolver, así, alguna de sus dudas acerca del ser y la nada. Nunca es tarde para aprender.
