Consuelo Sánchez-Vicente – El alguacil alguacilado.


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

Al juez Garzón le va a tocar probar de la medicina que tan generosamente reparte, tendrá que declarar como imputado después de que el Tribunal Supremo haya aceptado a trámite una querella por prevaricación que ha interpuesto contra él la asociación «Manos limpias» en el caso de las fosas del franquismo, por introducir por su cuenta y riesgo el «Alzamiento Nacional» en el procedimiento aunque las denuncias sólo eran sobre las desapariciones forzadas, y declarar como responsables de las mismas a la Junta de Defensa Nacional franquista, con el propio Franco a la cabeza, a pesar de que incoar un proceso penal contra personas notoriamente fallecidas, como es el caso, se considera manifiestamente contrario a la ley e incompatible con cualquier método de interpretación del derecho.

El lío que se avecina tiene todos los ingredientes para resultar explosivo, el superjuez estrella que a nadie deja indiferente, el delito más feo del que se puede acusar a cualquier juez (ser injusto a sabiendas) y la triste estela del confuso asunto de la memoria histórica. Aceptar a trámite una querella no es condenar, ni imputado equivale a culpable. Pero el juez Garzón, desde mi punto de vista, va a tener oportunidad de comprobar desde el otro lado de la barrera la poquísima gracia que tiene eso que él hace con tanta prodigalidad como en ocasiones falta de fundamento, a saber, que te cuelguen del cuello la etiqueta de imputado, por más el derecho contemple esa condición como una especie de favor que se le hace al acusado para que pueda si quiere «mentir» en su defensa y comparecer acompañado y aconsejado por un abogado.

Ninguna profesión, salvo la de médico, me parece que da tanto poder como la de juez, los médicos tienen en sus manos el preciado bien de la salud y deciden con sus actos sobre la vida y la muerte, los jueces pueden decidir sobre el no menos preciado (para mí) bien de la libertad física del ser humano y con carácter incluso preventivo privarle de ella por un tiempo y mandarle a la cárcel.

Ante el juez y ante el médico nos sentimos hormigas irrelevantes incluso siendo inocente o estando sano. Por eso ambos tienen que ser especialmente cuidadosos en el desempeño de su tarea y por eso también el castigo debe ser ejemplar cuando abusan de su posición prevalente. No quiero decir con esto que me alegre de ver a Garzón cuestionado en su honorabilidad profesional, que es lo que queda laminado en los jueces condenados por prevaricación. Pero me parece que le va a venir muy bien la cura de humildad que yo creo que le va a suponer verse cual alguacil alguacilado ante otro juez, imputado de burlar a sabiendas la ley.

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