Isaías Lafuente – El avión.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Me parece muy interesante el debate abierto en torno al uso de un avión del Estado por parte del presidente del Gobierno para asistir a un mitin de su partido celebrado en Sevilla. Es una lástima que se produzca en plena vorágine electoral cuando los argumentos utilizados tanto para el ataque como para la defensa son de trazo grueso, y resulta imposible profundizar en los matices. Decir, como ha dicho Rajoy, que el presidente del Gobierno tiene que viajar en campaña en transporte público como lo hacen todos tiene la misma carga de demagogia que si le reclamásemos a Rajoy viajar en clase turista y no en primera, como lo hacen los dirigentes del PP. Y procurar despachar el asunto por parte del PSOE y del Gobierno insinuando que otros presidentes hicieron lo mismo, es un intento que no se sostiene si no se demuestra.

Convendría recordar que el ejercicio del poder y las responsabilidades públicas acarrean una serie de privilegios de los que todos han gozado. También, que muchos de esos privilegios se soportan como cargas por parte de quien aparentemente los disfruta: los derechos a ser protegido por escoltas, vivir en un palacio o veranear en instalaciones del Estado son en realidad imposiciones derivadas de la seguridad a las que casi todos nuestros gobernantes habrían renunciado con gusto si hubieran podido. El uso de otros bienes públicos se desenvuelve en territorios necesariamente difusos. Los diputados, por ejemplo, tienen derecho a algunos transportes públicos gratuitos y nadie les pregunta si lo hacen en condición de padres de familia o de padres de la patria. Y al presidente no le vamos a poner un taxímetro en el coche oficial cada vez que se traslade a una cena con amigos, por ejemplo.

En el asunto del famoso avión me parece, sin embargo, que hay dos cosas claras. La primera es que el presidente tiene derecho a usarlo y el deber de hacerlo por motivos de seguridad. La segunda es que el ministerio de Defensa le tendría que facturar al PSOE la parte que corresponda por el traslado de su secretario general, descontados aquellos que genera la maquinaria presidencial ya vaya Zapatero a un mitin, a una cumbre europea o a una primera comunión. Parece sencillo. No lo compliquen más los partidos desde uno y otro lado.

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