Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – ¿De verdad se la juega Rajoy?


MADRID, 31 (OTR/PRESS)

Las encuestas aparecidas en distintos medios este domingo no son concluyentes, aunque se inclinen por una tímida victoria del Partido Popular; en lo que coinciden es en pronosticar una importante abstención. A partir de ahí, las especulaciones: ¿cuánto se juega Zapatero con el resultado del próximo domingo? ¿Cuánto se juega Mariano Rajoy? Si usted analiza las «tripas» de estos sondeos, alguno de ellos muy explícito en este sentido, percibirá que el presidente del Partido Popular y líder no oficial de la oposición tiene más necesidad de que en estas elecciones –que son para el Parlamento europeo, aunque a veces parezcan unas primarias– venza el PP que ZP de que ganen los socialistas.

Pero ¿de verdad depende de trescientos mil votos, de tener uno o dos europarlamentarios más, que uno u otro, sobre todo el primero, se consoliden entre los suyos? Me cuesta creerlo; me cuento entre quienes creen que Rajoy seguirá, pase lo que pase, siendo el candidato a La Moncloa de cara al año 2012. Y no estoy, en cambio, tan seguro de que Zapatero lo sea, aunque ello dependerá de su exclusiva voluntad.

Percibo algunos signos de que Rajoy podría salir fortalecido no con lo que ocurra en las urnas el próximo 7 de junio, que tengo para mí que no es tan, tan importante, sino con lo que podría suceder a continuación. Me explico: hay indicios de que el presidente del PP, desembarazado del ala más intransigente de su partido, puede intentar pactos con los nacionalistas mirando hacia próximas confrontaciones autonómicas y locales. No olvidemos que en Cataluña se juegan las autonómicas el año próximo, y que Convergencia i Unió podría necesitar al PP para sacar a Montilla y a sus socios de la Generalitat: se acabó aquel lamentable «pacto del Tinell», que aislaba a los «populares». Y, en el País Vasco, he podido constatar algún guiño entre el PNV y el «nuevo» PP de Euskadi, quién sabe si pensando en un futuro remoto.

En el cuartel general del PP, en la madrileña calle de Génova, dan por descontada esa victoria que yo –ellos, en privado, también– calificaba de «tímida» en las europeas. Pero los planes están yendo ya mucho más lejos: se sitúan, concretamente, en el año 2011, donde la batalla en las urnas va a ser mucho más sustanciosa, porque se juega un inmenso poder territorial. Los sondeos internos que manejan Rajoy y sus colaboradores más cercanos dicen que el PP podría hacerse con Castilla-La Mancha, de la mano de María Dolores de Cospedal, y que cuentan con ciertas probabilidades de ganar incluso en Andalucía (otra cosa serían las alianzas posteriores para formar gobierno), una vez que el equipo socialista ha experimentado relevos no bien explicados.

La «batalla de Madrid» será durísima, cruenta, pero aún debería ganarla el no bien avenido tandem Aguirre-Gallardón, pese al «caso Gürtel» –que pasa poca factura–, al del espionaje telefónico, a las desavenencias entre la «lideresa» y el alcalde… En Valencia, lo mismo: el candidato socialista, Alarte, no despega, pese a la que está cayendo sobre la cabeza de Francisco Camps. En Castilla y León, Murcia, Rioja y Canarias todo seguirá igual, y, en Baleares, el PP, desacreditado por la historia reciente en las islas, aún sueña con poder desalojar a la coalición encabezada por el socialista Antich.

Así que, por ese lado, el panorama parece no estar del todo mal. Lo que ocurre es que Rajoy, como personalidad política, no acaba de despegar en los sondeos, no entusiasma ni a los suyos. Y, encima, su propio partido no termina de dar disgustos al político gallego: hay rivalidades sin cuento entre los dirigentes del «sanedrín» marianista, Cospedal, Sáenz de Santamaría, Arenas, González Pons, Mato… Desavenencias que se transmiten a los escalones inferiores, minando la moral de la tropa. Y eso es algo que preocupa bastante más que los efectos de la trama corrupta desvelada por Garzón y magnificada por algunos medios hostiles al PP o al propio Rajoy, en particular.

El líder del PP no ha sabido, querido o podido dar un giro a sus planteamientos a lo largo de una agotadora campaña electoral, en la que sus mensajes cruzan guantes con los de Zapatero: lo ha intentado todo para profundizar en el desprestigio del presidente del Gobierno, que está azuzado por la crisis, por los errores de su equipo y por los suyos propios.

Rajoy no ha conseguido del todo minar a su contrincante, frente a quien perdió sin discusiones el debate sobre el estado de la nación. Pero tengo la casi certeza de que, ocurra lo que ocurra, digan lo que digan sus enemigos internos, Rajoy no se la juega en la noche del domingo. Las grandes pruebas las tendrá que afrontar después, en los largos meses que le quedan hasta marzo de 2012, si es que Zapatero no decide, que parece poco probable que lo decida, adelantar las elecciones generales; pero esa es una decisión que corresponde exclusivamente al presidente, como suya, y solo suya, será la de presentarse a la reelección, tras ocho años de mandato, o ceder el paso a un sucesor o a una sucesora, apuesta esta última que hoy por hoy es claramente perdedora en los círculos socialistas.

FERNANDO JAUREGUI

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