Antonio Casado – Campaña para olvidar.


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Estamos al final de la tortura. Nos acercamos al cierre de una campaña para olvidar, en la que se batieron todos los records en el uso de la impostura, los lugares comunes, los discursos de cartón piedra. Tramo final dominado por el agobiante discurso elaborado por los socialistas a raíz de las cifras del paro correspondientes al mes de mayo. Aunque tan artificioso ha sido su optimismo por el «brote verde» (21.741 personas menos en las listas del INEM) como la infantil reacción del PP tratando de echar agua al vino.

Para echar en saco roto también los estúpidos debates del resto de la campaña sobre el uso de aviones oficiales en traslados a mítines de partido, los trajes de Camps, los «nepotes» de Chaves, las mentiras de Zapatero o el morboso catastrofismo de Rajoy. Imposibles las aproximaciones rigurosas a una confrontación palabrera incompatible con el rigor. Su mediocridad nos acabaría contagiando.

Sólo los dos debates televisados en directo pudieron hacer descarrilar a un candidato en el sentido de ganar en frescura lo que perdimos en consignas de partido. En este sentido se perdió la oportunidad en el primer cruce Mayor Oreja-López Aguilar (TVE, lunes 25 de mayo). A mi juicio, lo ganó el candidato del PP, con un discurso más eficaz, más directo, mientras que el candidato socialista se perdió en su farragosa y apresurada verbalidad.

Sin embargo, en el segundo de los cruces pactados (Antena 3 TV, lunes 1 de junio) López Aguilar supo podar la espesura de su discurso y tuvo la habilidad de poner a la defensiva al «señor Mayor», como le estuvo llamando a lo largo del debate. Por lo demás, fue la segunda entrega de un diálogo de sordos, pues cada uno recurrió al respectivo guión oficial. El de Mayor Oreja, contra un Gobierno que fabrica parados y miente más que habla. Y el de López Aguilar, contra un PP alérgico a las políticas sociales que disfruta con las malas noticias económicas sin arrimar el hombro.

Algo más de viveza hubo en este segundo debate. Al menos verbal. Con algunos dardos envenenados. Como el de López Aguilar: «¿Hay algo del presente que no le irrite, señor Mayor?». Pero el señor Mayor no se mordió la lengua. Recordó que a su paso por el Ministerio del Interior nadie había sido procesado por corrupción o por practicar la guerra sucia. O sea, que volvíamos a las andadas de una campaña que se ha ganado a pulso la alta abstención que anuncian las encuestas para este domingo.

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