Victoria Lafora – El bautizo bobo


MADRID, 6 (OTR/PRESS)

Leyendo detenidamente el diccionario de la Real academia, en ninguna de sus acepciones bautizar puede ser interpretado como dar carta de ciudadanía, que es lo que pretenden ahora algunos con esto del bautizo laico.

En su primera descripción, bautizar es la administración de un sacramento. Es decir, algo relacionado con la iglesia Católica de la que se pretende huir con esta pantomima municipal en la que todos se visten de novios.

Pero cada cual es muy libre de hacer el carnaval que quiera y de montar numeritos para salir en las revistas del colorín. Otra cosa más seria es que un país cargado de burocracias, en el que te obligan a recorrer un vía crucis de ventanillas para sellar, validar y registrar una simple fe de vida, se cree, además, un registro para darte la bienvenida civil al mundo. ¡Mire Vd. no!, ¡Rotundamente no! Ya está para eso el registro civil donde por ley se inscribe a todos los recién nacidos.

Aquel que tenga nostalgia del bautizo tradicional, del traje de la madrina, del faldón de cristianar, y no quiera pasar por el aro de la ceremonia religiosa, que se monte en su casa el fiestorro que le apetezca, que invite a familiares y amigos, que tire peladillas al aire y se saquen las fotos de rigor. Incluso, si son famosos, también pueden llamar a los medios; pero a los demás que nos dejen en paz.

No hay que confundir a la ciudadanía: una cosa son los matrimonios civiles que tienen consecuencias jurídicas y sobre todo económicas de cara a los bienes comunes y a la herencia y otra cosa muy distinta este numerito de los bautizos laicos que legalmente no son nada.

En tiempos como los que corren, cuando se exige un recorte del gasto público, con ayuntamientos colapsados por la quiebra del sector del ladrillo, no parece lo más oportuno crear un nuevo registro con sus funcionarios, sus dependencias y sus archivos, donde simplemente se guardarían unos documentos sin validez jurídica y con el folclórico significado de bienvenida laica y democrática a la comunidad.

Lo más importante para ese niño que acaba de nacer es que, sin tantos aspavientos, el Estado proteja sus derechos regidos por la Carta Europea de los Derechos del Niño. Lo demás sobra.

VICTORIA LAFORA

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