Antonio Casado – La pandemia.


MADRID, 12 (OTR/PRESS)

La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos pide que no cunda el pánico pero crea las condiciones para convertir el pánico en la única pandemia temible de verdad. La otra no lo es tanto, según las propias indicaciones de la OMS. La causada por el famoso virus H1N1 afecta o ha afectado a menos de 30.000 personas en todo el mundo, de los que habrían fallecido 141. Son todos los casos confirmados desde el mes de abril. Cifras ridículas si las comparamos con los individuos que en este periodo de tiempo han sufrido la gripe común, con mayor índice de mortalidad y de más lenta curación.

Aún así, en esa cifra de 30.000 personas que han contraído desde abril la llamada nueva gripe, según todos los expertos, sólo se incluye a los enfermos más graves, aunque ya estén la mayoría fuera de peligro, o a los que se les hizo un análisis si se molestaron en acudir a un servicio médico. Porque si hablamos de los enfermos que no fueron al médico y se curaron sin tratamiento, las cifras subirían hasta los noventa o cien millones. Dicho sea no por alarmar sino por todo lo contrario, como una forma de acreditar el poco significativo impacto del dichoso virus sobre la salud de las personas.

Explicaba el jueves la directora de la OMS, Margaret Chan, que la razón de elevar el nivel de alarma al grado máximo, el que se corresponde a la pandemia (enfermedad globalizada), no es por su gravedad sino por su extensión. Es decir, por la capacidad del virus de propagarse rápidamente. Ya la tenemos en unos setenta países, casi todos del hemisferio norte. Y se trata de hacer lo posible para que no se extienda al hemisferio sur (Africa, sobre todo), donde encontraría el terreno abonado a causa de la llegada del invierno.

Se entiende el intento de frenar al virus antes de viajar a países más desprotegidos desde el punto de vista sanitario. Y, sobre todo, se entiende el marcaje que la OMS le ha impuesto al H1N1, por si muta. Pero esas son tareas propias de las autoridades sanitarias de los distintos países. ¿Por qué no se dirige exclusivamente a ellas la OMS para coordinar la campaña de acoso y derribo al H1N1, a fin de hacer discretamente el trabajo sin meter el miedo en el cuerpo a la gente?

La puesta en escena de la declaración del nivel máximo de alerta, formulada «urbi et orbi», deja en el aire la equívoca impresión de que estamos en vísperas de una catástrofe sanitaria, aunque en la letra pequeña se hable de recuperación rápida, respuesta inmediata a los antivirales, curaciones sin tratamiento, bajísimo nivel de mortalidad, etc.

O lo explican mejor o habrá que pedir a las autoridades sanitarias que hagan su trabajo sin dar cuartos al pregonero. ¿Por qué nos asustan con la pandemia y, al mismo tiempo, nos dicen que es prácticamente inofensiva sobre la salud de las personas?

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