MADRID, 15 (OTR/PRESS)
En política, los errores de tiempo, se pagan. El presidente del Gobierno está pagando el error que cometió al improvisar una remodelación del Gabinete tras la destitución de Fernández Bermejo. Sustituir a Solbes por Elena Salgado, como responsable de los asuntos económicos, se está revelando como una decisión poco afortunada. La rectificación -en apenas diez días- del diagnóstico sobre la duración de la crisis la desautoriza como interlocutora fiable ante los medios empresariales: ha pasado de anunciar los primeros «brotes verdes» -síntoma de recuperación- a reconocer que hasta el 2011 seguiremos con vacas flacas y el paro subiendo. Tampoco parece que haya cuajado el nombramiento de Manuel Chaves como interlocutor entre el Estado y las voraces elites autonómicas. Entre otras razones, porque el veterano dirigente socialista está políticamente limitado en su margen de maniobra por los sargazos periodísticos que han sacado a superficie presuntas prácticas de nepotismo fechadas en su etapa de presidente de la Junta.
La continuidad de Corredor (Vivienda) y de Garmendia (Industria) no parece que hayan contribuido a fortalecer la imagen gestora de un Gobierno en el que en términos de opinión pública, según las encuestas, sólo se salvan de la quema la vicepresidenta Fernández de la Vega, el ministro del Interior (Rubalcaba) y los recién nombrados Trinidad Jiménez (Sanidad) y Angel Gabilondo (Educación). Creo recordar que antes del insólito episodio cinegético que forzó la dimisión de Fernández Bermejo, Zapatero no tenía intención de remodelar el Gabinete, quería dejarlo para después de las elecciones europeas. Ahora, una nueva crisis (de Gobierno) parece impensable. Y, sin embargo, sería necesaria para afrontar cambios políticos y económicos necesarios para acortar la duración de la crisis. Ya digo, en política, los errores de tiempo se pagan.
