MADRID, 16 (OTR/PRESS)
En Sevilla, una espesa multitud, alrededor de sesenta mil seguidores del Betis indignados por la nefasta gestión de Ruiz de Lopera, se han manifestado exigiendo la dimisión del atrabiliario presidente de éste legendario club. A lo largo de su historia, tanto en la desgracia como en la prosperidad, la fidelidad de la hinchada bética ha sido proverbial. Como se dice ahora: sienten «a muerte» los colores del club. Así las cosas, la mencionada demostración de fuerza no debería constituir motivo de asombro. En parte, es así. Pero hay otra parte. Si descontamos la celebración, hace un par de años, del triunfo copero del equipo rival, el Sevilla -y, al margen de las procesiones de Semana Santa- hacía mucho tiempo que una muchedumbre no se hacía a la calle en la capital andaluza .
Y, eso es lo que da pie al asombro porque resulta que en Andalucía hay novecientas setenta mil personas sin empleo. En España, uno de cada cuatro parados, es andaluz. Se dirá que fútbol y paro no son cantidades homogéneas; que son cosas diferentes que no se deben mezclar; que hay precedentes, que algo parecido ocurrió hace años en Vigo con la afición del Celta y, por aquel entonces -y, también ahora, por cierto- la ciudad gallega y su comarca encabezan el triste escalafón del paro en Galicia.
Es verdad, pero sólo hasta cierto punto. Reconozco que me desconcierta la idea de que entre los miles de cabreados seguidores del Betis que se manifestaron en Sevilla hubiera alguno que esté sin trabajo. No acabo de entender que se pueda salir a la calle a desahogar una indignación futbolera mientras que alrededor del drama del paro acampa el silencio o, lo que es peor: la resignación. Por lo demás, cómo no: ¡Viva er Betis manque pierda¡ y que triunfe la protesta contra el nefasto Lopera.
