Carlos Carnicero – ETA la barbarie y el juicio de la historia.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Cada asesinato de ETA tiene su propio marchamo de brutalidad; el de Eduardo Puelles García no es una excepción: una bomba lapa en la puerta de su casa, delante de su esposa, con el horror de la muerte en directo. Pero las circunstancias particulares de cada víctima son la personalización de una historia de crimen organizado que está llegando a su fin sin que la fecha exacta de caducidad del terrorismo sea conocida aunque sabemos que ya es cercana.

El País Vasco tiene un nuevo gobierno y la sociedad vasca una esperanza renacida en que la normalidad no sólo es posible sino irrenunciable. Los matones empiezan a ponerse nerviosos y dentro de pocos meses no se podrán pasear por los pueblos exaltando el crimen: cada vecino está tomando nota de los cobardes que amparándose en la existencia de esa mafia organizada coaccionan a la población hasta el punto de que no puede exteriorizar su repulsa sin quedar marcada. Les queda muy poco tiempo para cambiar de bando, dentro de poco será demasiado tarde para una reconversión de quienes apoyan todavía el terrorismo.

No hay retorno para los asesinos de Eduardo Puelles: su destino es hacerse viejos en la cárcel y cada día que pasa es más difícil que la sociedad española llegue a sentir conmiseración siquiera para acortar un día su condena.

Pero la historia tiene sus propias reglas que se cumplen inexorablemente cuando se cumplen los tiempos. El nazismo controlaba las calles de Alemania hasta el día de la caída de Berlín: luego tuvieron que esconderse en las alcantarillas y sufrieron la persecución y desprecio del mundo entero.

Tenemos que estar preparados para los últimos coletazos de la fiera: ETA se ve obligada a matar para demostrar su existencia; es el oxigeno que le permite concurrir como organización. Pero ahora la cadencia de detenciones, la desmoralización de los presos y el avance democrático en Euzkadi hace que el vaticinio sea ya indiscutible. Solo queda aguantar un poco más, apoyar más que nunca a las víctimas, estar unidos contra el terror y tener fe ciega en la victoria.

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