José Cavero – El primer asesinato en el mandato de Patxi López


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Parece que por muchas razones, el asesinato del inspector de policía Eduardo Antonio Puelles, 49 años, dos hijos, no será de los que se olviden fácilmente. Y poco a poco, hemos ido sabiendo que Eduardo Antonio no era un policía más, un policía cualquiera. Los detalles que se van conociendo de su trayectoria profesional y de sus actuaciones policiales permiten ya trazar el perfil de un personaje que probablemente «sabía demasiado», y que era sumamente incómodo para la banda terrorista ETA.

El hecho de que Baltasar Garzón reconociera, ya en la tarde del viernes, que había tenido oportunidad de tratar con Eduardo, y los datos que se van conociendo, permiten hacerse la idea cabal de este policía elegido por la banda ETA y asesinado impunemente, posiblemente con la mayor facilidad para los terroristas que recibieron el encargo: posiblemente a esa misma hora de su asesinato, las nueve de la mañana, recogía el coche que aparcaba a pocos metros de su vivienda, donde era muy conocido y apreciado por sus convecinos.

Hoy se sabe de su especialización: la lucha antiterrorista, precisamente. Y nos cuentan que en los veinte años que había dedicado a esa lucha contra los terroristas etarras había participado nada menos que en setenta detenciones. Su nombre había aparecido en las listas de posibles objetivos de ETA desde los años 90… No era un cualquiera: amplísima experiencia, relaciones bien reconocidas…

¿Había más razones para elegir a esta víctima sobre cualquier otra? Posiblemente, que resultaba sencillo asesinarlo y huir con igual impunidad, mientras todavía la víctima chillaba reclamando auxilio, y mientras todo a su alrededor ardía con violencia. Los testigos del crimen han relatado la imposibilidad de prestar ayuda alguna a la víctima: «Chillaba pidiendo ayuda, pero no podíamos hacer nada porque su coche estaba en llamas»…

Los políticos se han visto en la necesidad de hacer acto de presencia olvidando sus propias diferencias y para recordar que les une todo a la hora de reclamar la debida justicia con los criminales. Como bien dijo Patxi López, que se ha estrenado en tanatorios, funerales y pésames en su condición de lendakari, «nos han mostrado el camino del dolor, y nosotros les enseñaremos el camino de la cárcel».

Ojalá que suceda pronto, y que la estancia en prisión sea duradera para los culpables del crimen y sus instigadores. Es evidente que mientras sobreviva un solo comando y un solo jefe etarra decidido a matar, seguirá habiendo crímenes. Su capacidad de ocasionar muerte está sumamente demostrada, y nada puede aconsejar optimismo ante una «ETA acosada» y presuntamente sin fuerzas ni refuerzos de jóvenes. No hay tal, y a diario comprobamos –en el intento de sacar de prisión en helicóptero a algunos de sus miembros–, la capacidad de reacción y de reagrupación que tienen estos elementos desde hace medio siglo.

Están lejos de verse obligados a la rendición incondicional y súbita. Todavía darán mucha más guerra, y producirán nuevos crímenes. Hasta que se cumpla lo que estos días han coincidido en prometer nuestros políticos: la decisión inquebrantable de acabar con la banda por la vía de su derrota y extinción implacable…

JOSE CAVERO

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