Cayetano González – El lehendakari en La Moncloa.


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Se entiende perfectamente el «subidón» que le dio al presidente del Gobierno al recibir el pasado miércoles en La Moncloa al nuevo lehendakari y compañero de partido, Patxi López. Por un lado, hay que pensar que las reuniones, bastantes, que Zapatero mantuvo con el anterior lehendakari, Juan José Ibarretxe, no fueron lo mismo. Ibarretxe era muy contumaz, que es una forma más fina y educada de decir que resultaba muy «plasta». Cuando la cogió con su «raca raca» del derecho a decidir de los vascos y las vascas y su referéndum, hay que imaginarse al pobre Zapatero aguantando las prolijas explicaciones de su interlocutor, aderezadas además por citas en las que falseaba descaradamente la historia. En eso, algo ha mejorado el inquilino de La Moncloa al cambiar de interlocutor.

Zapatero quiso darle todo el realce que pudo a la primera visita del nuevo lehendakari y para ello no dudo ni en cuidar las formas -rueda de prensa conjunta en el jardín del Palacio- ni en el fondo, con elogios, algunos desmedidos hacia la persona de Patxi López. Pero lo dicho, es comprensible ese entusiasmo del presidente. Lo que tampoco sobraría es que alguna vez reconozcan ambos que si se ha llegado hasta aquí, es decir, si en el País Vasco ha sido posible el cambio y que por primera vez en su historia haya un lehendakari no nacionalista, eso ha sido posible al sacrificio de muchas personas que en estos años han sido asesinadas por defender las mismas ideas que ahora defiende López y de políticos del PP y del PSE que también, desde la transición política, se han dejado la piel por lo mismo. No estaría de más recordar en ese sentido a políticos populares y socialistas como Gregorio Ordóñez, Nicolás Redondo, Jaime Mayor Oreja, José María Benegas, Fernando Buesa, Carlos Iturgaiz, María San Gil o Rosa Díez. Es de bien nacidos ser agradecidos.

La nueva etapa que se ha abierto en el País Vasco, con un Gobierno del PSE apoyado desde fuera por el PP, ha llenado de esperanza a muchos ciudadanos que desean que la libertad y la paz lleguen definitivamente a esa parte de España. Por ello, el lehendakari López cuenta con el apoyo y la simpatía de muchos compatriotas que desean que acierte y tenga suerte en su difícil tarea. Y eso, a pesar de que haya que hacer un claro ejercicio de desmemoria histórica reciente para, sino borrar, al menos no recordar, la foto de la reunión que no hace tanto tiempo -en julio del 2006- mantuvo con el portavoz del brazo político de ETA, Arnaldo Otegui, en un céntrico hotel de San Sebastián.

El camino se demuestra andando y, de momento, la mayor parte de los pasos dados por el nuevo lehendakari en todo lo referido a la lucha contra ETA van en la buena dirección, aunque es verdad que falta uno muy importante y que no es responsabilidad directa suya: sigue constituyendo una auténtica vergüenza y una afrenta a las víctimas del terrorismo que en 43 Ayuntamientos del País Vasco y de Navarra, ETA, a través de ANV, siga estando presente. El presidente Zapatero y el ministro Rubalcaba deberían aplicarse urgentemente a poner fin a esa situación.

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