MADRID, 3 (OTR/PRESS)
No acabo de entender las críticas de la dirección del PP al nombramiento del teniente general Félix Sanz Roldán como sustituto de Alberto Saiz al frente del CNI. Charlando en la radio, Soraya Sáez de Santamaría me decía que Zapatero había llamado a Rajoy para informarle de una decisión que estaba ya tomada. No le había pedido su opinión, era simple cortesía táctica, para que no se enterara por los periódicos. Es verdad que en su día Aznar comentó con Rodríguez Zapatero que tenía intención de nombrar a Jorge Dezcallar para sustituir al general Calderón al frente del entonces llamado CESID, pero, por las informaciones que se publicaron en aquellos días, la cosa no pasó de eso: de un comentario sobre un nombramiento que, también, estaba ya decidido.
No es malo invocar al espíritu que se guarece tras la palabra «consenso» porque todo lo que ahorre desgaste es bueno para la convivencia, pero no habría que exagerar porque la esencia de la democracia es el control que unos poderes deben ejercer sobre otros. Y en ese registro, no es mala cosa que la oposición esté, también, ojo avizor, pendiente de fiscalizar las actuaciones del CNI.
Cosa bien distinta es que la crítica de los dirigentes del PP pudiera ser interpretada como una objeción referida a la idoneidad profesional de Félix Sanz Roldán. Sería injusto. Por su trayectoria militar, talante, cultura y sentido de la discreción Sanz Roldán es un caballero a quien se puede confiar el timón de los Servicios de Inteligencia en la certeza de que la suya será una actuación ajustada al estatuto que regula las misiones del Centro.
Quienes opinan que «entregar «el CNI a los militares es un «retroceso» deberían reflexionar sobre la incongruencia que supone desconfiar de los mismos en cuyas manos -con arreglo al mandato constitucional- hemos depositado ¡nada manos que la Defensa!. Suerte, general.
