Pedro Calvo Hernando – Políticamente suicida.


MADRID, 7 (OTR/PRESS)

Mi impresión vuelve a ser que los dirigentes del PP consideran que el común de sus compatriotas, los españoles, es una caterva de desasistidos mentales, un conjunto de gentes arrebañadas y capaces de tragarse sin pestañear todos los cuentos chinos que aquellas personas tengan a bien administrarles. Lo vemos de nuevo en estas horas álgidas de la versión valenciana del caso Gürtel, cuando el Tribunal Superior de Valencia coloca al presidente Camps y demás imputados a las puertas ya del juicio oral, poniendo por delante las mil pruebas de los indicios del delito de cohecho. La respuesta del partido vuelve a ser la glorificación al presunto delincuente, esta vez en Algemesí, como si la mayor cercanía al banquillo tuviera que traducirse necesariamente como un motivo de alabanza y de aplauso. Mientras que están hasta el cuello, por Francisco Camps, por Bárcenas y por tantos otros implicados, la respuesta es el himno de la alegría y la desconfianza absoluta en las investigaciones y las imputaciones de los Tribunales de Justicia.

Nada dicen ahora de sus terroríficas campañas contra el juez Baltasar Garzón, al que denigraban y contra el que se querellaban, acusándole más o menos de haberse inventado todos los indicios en torno al macroescándalo de corrupción masiva y de haberse puesto al servicio político del PSOE, con lo que de paso también acusaban a este partido de maniobras y conjuras para perjudicar al PP. Para muchos de ellos, Garzón era el «juez socialista», de lo que resultaba todo un montaje siniestro contra Rajoy y los suyos. Nada dicen del hecho de que los indicios crecieron mucho más después de que el caso saliera de la jurisdicción de Garzón y ya no se atrevieron a meter a los Tribunales Superiores de Madrid y Valencia y al Tribunal Supremo en el mismo saco de prevaricación y de animadversión anti PP, cuando en buena lógica debieron meterlos, para ser coherentes consigo mismos. Seguir protegiendo a Luis Bárcenas, a Francisco Camps y a los demás es hacerse cómplices de sus presuntos delitos, además de ser un comportamiento políticamente suicida.

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