MADRID, 8 (OTR/PRESS)
La política hace extraños compañeros de cama e inopinados amantes -podríamos añadir-. Es el caso de Iñigo Urkullu y demás dirigentes del PNV quienes, tras comprobar que a la intemperie, sin moqueta ni coche oficial, se está francamente mal acaban de ofrecer un «pacto institucional» al «lehendakari» Patxi López, para -según dicen- garantizar la estabilidad presupuestaria.
Es lo que parece: Ulises soñando con un caballo de madera. Los sueños no son la realidad aunque pueden anticiparla. Desde el PSE hay quien está deseando comprar la mercancía. Eduardo Madina, entre otros. Está claro lo que quiere Urkullu: ofrece dejar la piqueta en el guardarropa del Parlamento de Vitoria a cambio de que el PSE (de acuerdo con el PP) no tumbe a Xavier Aguirre, diputado general de Alava y único cargo de cierto relieve que retienen los nacionalistas.
Si Patxi López cayera en la tentación, obvio es decir que a Basagoiti y los suyos les obligaría a reconsiderar el acuerdo gracias al que López se sienta en Ajuria Enea. Cómo será la cosa, cómo será de grande el caballo, que hasta Odón Elorza, alcalde de San Sebastián -«corazón partío» entre socialdemocracia y nacionalismo-, se ha visto en la obligación de salir al paso describiendo la mencionada oferta como: «un ejemplo de cinismo político».Exacto.
Urkullu tienta a López porque sabe que a una parte de los socialistas vascos no les gusta ir por la calle del brazo del PP. A la vista está que es una trampa. No parece que Patxi López vaya a picar el anzuelo, pero que los nacionalistas vengan ahora con la mano tendida describe lo mucho que les asusta estar a la intemperie en relación con el poder. No están acostumbrados. Tras treinta años yendo de un lado para otro en coche oficial no saben lo que cuesta un billete de autobús.
