MADRID, 8 (OTR/PRESS)
Siempre me ha sorprendido el desparpajo, yo diría que aderezado con grandes dosis de cinismo, con el que la mayoría de los dirigentes del PP se dedican a lanzar soflamas moralistas contra el PSOE, al tiempo que muestran la más absoluta benevolencia para sus propios casos de corruptela.
Ahora que el juez ha decidido que el presidente de la Comunidad Valenciana ha podido incurrir en un delito de cohecho, los populares han cerrado filas en torno a Camps, no se dan por enterados, y no piensan adoptar ninguna medida política. Incluso los más cínicos argumentan que por cuatro trajes no se puede cuestionar toda una trayectoria política.
De manera que ni a Francisco Camps ni al senador y tesorero Bárcenas les hacen asumir ninguna responsabilidad política. Es evidente que serán los tribunales los que decidan o no su implicación y culpabilidad en el caso Gürtell, pero más allá de lo que en su día dictaminen los tribunales hay situaciones políticas insostenibles, y la de Camps y Bárcenas lo son.
Pero ya digo que en el PP ni se inmutan. Lo importante no son las posibles corruptelas de los suyos sino la de los otros. Incluso para defender lo indefendible, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ha dicho que si a Camps le juzgan por cuatro trajes hay que procesar a Rodríguez Zapatero por aceptar latas de anchoa del presidente de Cantabria, Revilla, que cada vez que le visita en Moncloa las suele llevar como regalo.
Es tal la estupidez del argumento que sorprende que se le haya ocurrido a una política tan lista como es Barberá. Saben, en el PP siempre han tenido una cierta vocación de Savoronolas y han perseguido inmisericordes a todos aquellos que estaban bajo la sombra de la corrupción. Por eso sorprende que quienes han derrochado tanta dureza respecto a los demás tengan la desfachatez de hacer como que sus presuntas corruptelas no existen. La verdad es que hay que tener cuajo para comportarse así, o cara, seguramente mucha cara.
