Charo Zarzalejos – Tierras temblorosas


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Los hombres más poderosos del mundo se han reunido en L·Aquilla. Allí la tierra tiembla de vez en cuando, pero cuando lo hace sus efectos son devastadores y sus huellas imposibles de ocultar. Los pocos edificios que han quedado en pié, siguen estándolo gracias al apuntalamiento. Todo está de mírame y no me toques.

Allí, en tierras temblorosas, el G-8 trata de encontrar recetas para hacer el mundo más habitable, poner freno a la crisis y conseguir un medio ambiente más limpio. Ayer, jueves, se unió al grupo el Presidente del Gobierno, abanderado del cambio climático y de la muy justa causa de erradicar el hambre en el mundo. Pero ¿alguien espera algo de este encuentro?

No ha pasado mucho tiempo de aquella famosa reunión del G-20, en la que se iba a, nada menos, que refundar el capitalismo. ¿Se acuerda alguien de aquello? ¿Se ha refundado algo? La gente cada vez es más sabia y es esa sabiduría la que le lleva, nos lleva a todos, a tomar prudentes distancias de las grandilocuencias. Bastaría con que nos propusieran lo realmente posible, lo probablemente alcanzable, porque en momentos de penumbra las expectativas que no se cumplen llevan al desencanto colectivo. Otra cosa distinta y bien necesaria es el liderazgo en momentos difíciles y eso, es seguro, no va a salir de la reunión de L»Aquila. Tampoco saldrá nada efectivo para luchar contra el hambre en el mundo. Toda Europa está en crisis, pero hay excedentes alimentarios que van a ninguna parte. La injusticia es manifiesta.

En este enclave italiano la tierra ha temblado sin pudor. Puede servir para una metáfora de la situación general porque así estamos. Cogidos por alfileres, vulnerables ante cualquier temblor adicional que se pueda producir al ya estruendoso terremoto económico en el que estamos inmersos y del que según el FMI a nosotros, los españoles, nos va a costar más que a los demás salir del barro.

Tiembla la tierra en L»Aquila y aquí en el Congreso de Diputados tiembla la geometría del Gobierno. La Oposición se ha plantado y el Presidente tendrá que comparecer antes de que finalice julio para hablar del paro; es decir, de más de cuatro millones de españoles que no tienen trabajo, ni perspectivas de tenerlo. En voz baja expertos de toda clase y condición ideológica auguran un otoño excepcionalmente duro. El alcalde de Bilbao, que se las sabe todas, ya ha advertido que aquí no hay más verde que el de los chistes y el alcalde Barcelona ha lanzado un SOS lleno de sentido común: los parados, los que no llegan a fin de mes, los que se ahogan en la hipoteca, los que piden vales de comedor, todos ellos acuden a los ayuntamientos y están casi en quiebra.

Así, con el G-8 en tierras temblorosas, con un Gobierno en soledad variable avanzamos hacia un verano que está siendo tórrido, con menos agobio hotelero que nunca y todos, parados y no parados, ajenos a lo que se aproxima mucho a un genocidio en China. Será el calor, pero hay momentos en los que sería estupendo que el mundo se parara para bajarnos por lo menos un ratito. Solo un ratito.

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