MADRID, 10 (OTR/PRESS)
El atentado etarra contra la Casa del Pueblo de Durango es un hito más en la historia criminal y absurda de una banda terrorista que no es capaz, al revés de lo que otros hicieron, de asumir al menos la inutilidad de su persistencia en la filosofía y en la práctica de la canallada como orientación de su conducta. Se supone que atacan al PSOE porque este partido gobierna en el Estado y en Euskadi y piensan que así lo van a desalojar del poder. Sería una pretensión tan irracional como la de conseguir la independencia de Euskadi mediante la práctica del terror y de los asesinatos.
Me pregunto cómo es que no hay nadie entre ellos o cerca de ellos capaz de convencerles del histórico error en el que están sumergidos. O alguien que les pregunte en serio hasta dónde piensan llegar y para qué o a qué conduce ir enviando a la cárcel a docenas de correligionarios, que van incrementando el número de presos de una forma demencial y además sumamente cruel con ellos mismos. Una explicación que suele darse es que han convertido el terrorismo en una forma de vida y de subsistencia.
Yo no llego hasta ahí, porque me cuesta trabajo pensar no ya que hayan caído en tanta abyección sino que se hayan sepultado en semejante pozo sin redención posible. Esta vez no hubo muertos, pero pudo haberlos, como en tantas otras ocasiones. Lo hacen cuando se cumplen doce años del terrible drama de Miguel Angel Blanco, una de las cotas más altas de crueldad y de vileza que los terroristas habían alcanzado en sus años de existencia.
Ahora las cosas en el País Vasco han cambiado de una forma que muchos nunca hubieran imaginado. Seguimos esperando del PNV y otros sectores del nacionalismo vasco democrático unas actitudes más activas en el camino de conseguir la pacificación definitiva y la normalización política de Euskadi. Y del PP también esperamos que no suponga un obstáculo para la plena integración del mundo democrático en tal proceso pacificador y normalizador. El PSOE se encuentra en el punto central para facilitar ese cambio definitivo. Que cada uno cumpla con su deber.
