José Luis Gómez – A vueltas con España – Zapatero y los sindicatos


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Los grandes sindicatos españoles están tan adormecidos que, lejos de hacerle un favor al presidente Rodríguez Zapatero, pueden contribuir a cavar su tumba política. Hoy por hoy, Zapatero defiende con más vehemencia a los parados y a los trabajadores que los dirigentes de UGT y CC OO, lo cual no es muy normal que digamos. Al presidente le corresponde un papel más mediador en el diálogo social y a los sindicatos una firme defensa, aunque realista, de las clases trabajadoras. Si unos y otros siguen con los papeles cambiados, Mariano Rajoy lleva todas las de ganar, y la derecha volverá al poder casi sin bajarse del autobús.

Al PP ya le va bien el escenario actual, sabedor de que la crisis devora día a día la base social de Zapatero. Su trabajo más duro, además, se lo hace la CEOE, que ahora se echa al monte planteando una política laboral propia de un país subdesarrollado, bajo el eufemismo del «contrato de trabajo del siglo XXI», con indemnizaciones de 20 días y rebajas de 5 puntos de las cotizaciones sociales; es decir, todo un riesgo para el equilibrio de la Seguridad Social y, en definitiva, del Estado del bienestar. Nadie discute que las cosas también pintan mal para los empresarios y que hay que comprender su situación, pero la salida no está en machacar a quienes no causaron la crisis, sino en que algunos entiendan que deben sacrificarse y, sobre todo, innovar para competir, dentro y fuera de España.

Zapatero tampoco puede arreglar las cosas solo a base de tirar del déficit público, ya que esa manta no nos cubrirá a todos de por vida. Por eso es tan importante que, en paralelo, logre sentar las bases de un gran pacto social. A una operación así, sería ideal que también se sumase el PP, pero eso parece un objetivo poco menos que imposible, ya que Rajoy está pensando en que caiga la fruta madura. No estamos en 1977, el año de los pactos de la Moncloa, cuando la izquierda, a diferencia de lo que hace ahora la derecha, arrimó el hombro al Gobierno, entonces en manos de Adolfo Suárez.

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