Agustín Jiménez – San Fermín contra los yogures.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Exactamente el siete de julio -el día en que en Pamplona y en TVE celebran, corren, petardean a San Fermín-, hordas de chinos recorrían las calles de Urumqi en busca de musulmanes a los que zurrar. Urumqi es la capital de Xiangjiang, más de tres veces la extensión de España, con una lengua de la familia del turco hablada por más de la mitad de la población. Como todas las ciudades raras, hubo un tiempo en que a Urumqi la atravesaban las caravanas de la ruta de la seda.

Por lo que sea, en la calle Estafeta de Pamplona se mezclan el tocino y la velocidad: el tocino de los morlacos que no deben de entender qué pintan allí, y el honor veloz de unos corredores atareadísimos en demostrar su superioridad sobre unas pobres bestias que, caídas, no recibirán honras en un tanatorio sino que serán descuartizadas en la carnicería. Lo de los Han contra los uigures es más corriente. Es una comunidad humana que no soporta a otra. Las persecuciones van siempre a la caza de los diferentes: gitanos, judíos, moros, amarillos o herejes. De modo que los Han, en representación del imperio chino, basado en la armonía, y los uigures, de la pacífica minoría islámica, están a la gresca para que la fiesta no decaiga. Los Han han traído prosperidad, instrumentos de desarrollo y esa religión laiquísima cuyo santoral lo componen los oficiales del partido único. Los uigures, estupendos trabajadores del oro, la seda y el cuero, antiguamente chamanistas, zoroastrianos, budistas y, por fin, musulmanes, se quejan de estar perdiendo peso demográfico y tradiciones. El hueco de sus tradiciones y sus sanfermines lo van a rellenar unos florecientes yacimientos de petróleo.

Antes de descubrirse el petróleo, los desconocidos uigures ya estaban al tanto de lo que pasaba en el mundo. Según las autoridades chinas, hay uigures que combaten con Al Qaida. Veintitantos de ellos han sido huéspedes de George Bush en Guantánamo. Si las retransmisiones de TVE animan a los mozos a competir con los toros, otras teles y otras ideologías atraen a otros patriotas para participar en otros acontecimientos de interés que se desarrollan por ahí. Hay un elemento coadyuvante: uno de los principios fundamentales y expresos de los musulmanes es el compromiso para con su comunidad. En esto, los musulmanes se distinguen de otras variedades de creyentes que predican que la caridad bien entendida empieza -y normalmente acaba- por uno mismo.

Evidentemente, entre la información fidedigna que dan los chinos y los subtítulos tal vez en coreano que encontramos en Internet, no hay mucho espacio para opiniones hechas sobre la cuestión. Con la globalidad vemos todo -aquí, cerca de doscientos muertos- pero la visión no implica la comprensión. Kouchner, el ministro de Exteriores de Francia, no parecía más enterado que nosotros cuando, por dos veces, en una entrevista, se refirió a los uigures como a los yogures. Los que entiendan francés, pueden verlo en Youtube.

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