MADRID, 14 (OTR/PRESS)
Es de suponer, a no ser que nos hayamos vuelto locos todos, que muy en breve las encuestas comenzarán a colocar al PP en el lugar que le corresponde, es decir, lejos de la posibilidad de ganar unas elecciones de ámbito nacional o en aquellas comunidades donde la corrupción masiva se ha aposentado de forma escandalosa y estable. La corrupción masiva y las permanentes contradicciones de ese partido lo han de llevar irremisiblemente a estadios claros de derrota electoral. El chantaje que se atribuye al tesorero coloca al partido en la peor de las situaciones sufridas desde febrero, hasta el punto de que no es que se hayan encendido todas las alarmas sino que en la calle de Génova se ha instalado el pánico ante la tesitura de que importantes personajes del PP aparezcan de pronto en los papeles que Bárcenas se ha llevado a su casa, según toda clase de testimonios. Es espectacular la reacción de Esperanza Aguirre, al instar públicamente al tesorero a que cuente todo lo que sepa de ella. El partido está paralizado y sólo se mueve para desbarrar sobre financiación autonómica.
Mariano Rajoy sigue atrapado en la trampa de su propia indecisión. Y eso se manifiesta también en las contradicciones entre dirigentes de comunidades autónomas gobernadas por ellos y voces centrales como la de Cristóbal Montoro: aquellos exigen más dinero para la financiación, mientras éstos se escandalizan de que el Gobierno suba el gasto público. El presidente Zapatero ya ha señalado tan ridícula contradicción y nadie se aclara en el primer partido de la oposición para decirnos qué es lo que verdad quieren. Este jueves se reúne el Consejo de Política Fiscal y Financiera, donde el reto para el PP es precisamente establecer un criterio único y claro. Las dificultades parlamentarias y políticas del Gobierno han desaparecido o han disminuido ostensiblemente después de los acuerdos sobre financiación. Ahora la papeleta es del PP, entre la espada de su desorden en el tema financiación y la pared de la marea de corrupción que amenaza con causar estragos y desgarrones internos irreparables.
