Fernando Jáuregui – Camps, ¿archivado?


MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Ignoro si el juez pretende o no archivar la causa que se sigue contra el presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps. Veo que Su señoría, en la práctica, ha desvinculado el asunto de la «trama Gürtel», con lo que la acusación queda limitada no a la participación en una trama, sino a haber recibido unos trajes de su «amigo» Alvaro Pérez, «El Bigotes». Teniendo en cuenta que ser amigo de un personaje no recomendable, como el mencionado señor, no es delito en sí, y teniendo en cuenta que el «cohecho imperfecto», figura curiosa dentro de nuestro Código Penal, llevaría a una condena, si todo se pusiese mal, de dos mil euros, me parece que el asunto no merecería más comentario dentro del capítulo de lo punitivo. Organizar todo este proceso para el mencionado resultado, en el que Camps recibiría una sanción menor que la de un conductor que se pasa de velocidad o de copas, es como matar moscas a cañonazos.

Solamente que Francisco Camps no es una mosca. Y que los cañonazos están dirigidos contra la Comunidad Valenciana, donde patentemente no hay -cuánto siento decirlo– una alternativa digna de tal nombre para encabezar la Generalitat. Camps presumiblemente mintió al decir que había adquirido los famosísimos trajes: al menos, es lo que va a quedar en el inconsciente colectivo. Yo le podría decir a usted que nuestros políticos, por el mero hecho de serlo, se convierten todos en presuntos mentirosos, y con ello habré hecho, porque ellos lo hacen, un flaco favor a la democracia.

Pero también podría decirle a usted que no encontrará en la Comunidad Valenciana a alguien que diga que Camps no es una persona básicamente honrada. Algo pardillo, ya se ve, pero incapaz de enriquecerse en el ejercicio de la política. Tan incapaz de eso como de seleccionar convenientemente a quienes llama sus «amiguitos», lo que, ya digo, no es delito, que se sepa.

Supongo que hay muchas cosas que reprochar a Camps, aparte de su amistad con el de los bigotes: no me ha gustado nada cómo ha gestionado su crisis personal en los medios de comunicación -claro que tampoco me gustaba antes su trato, o su falta de él, con los periodistas, ni la utilización increíble de «su» televisión–. No me parece que esa sea, con todo, razón suficiente como para poner patas arriba a una autonomía próspera y llena de iniciativas. Me importaría menos la cosa si realmente hubiera alguien que pudiera tomar el relevo, pero quienes podrían están ahora fuera de la Comunidad Valenciana.

No soy juez, pero yo archivaría, por un mínimo de sentido común, este malhadado caso. Supongo que será también el principio del archivo de Camps, a quien me parece que no le ha llegado aún su hora, básicamente porque no se encuentra a alguien mejor, y no porque haya dado la talla que se le requería. Así de simple, así de triste, así de real.

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