Rafael Torres – Al margen – Marbella.


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

Una cosa es evitar la injusticia, y otra, muy distinta, consolidarla, que es lo que la alcaldesa Angeles Muñoz y su PP de Marbella pretenden hacer con las aberraciones urbanísticas perpetradas por los delincuentes que se apoderaron durante quince años del Ayuntamiento para robar a dos manos e impunemente los recursos, todos los recursos, del hermoso enclave malagueño. De las 18.000 viviendas ilegales construidas por aquellos atilas, los Gil, Roca, Muñoz, Yagüe y compañía, bien que con el beneplácito expresado en las urnas de una mayoría de electores alienados o suicidas, la actual alcaldesa, que se revela como continuadora de semejante obra de destrucción, quiere salvar de la piqueta las 500 en que un blando y contemporizador Plan General de Ordenación Urbana auspiciado por la Junta de Andalucía había cifrado como únicas que necesariamente habrían de demolerse, salvando todas las demás, esas 17.500 que también se erigieron en suelo público, en zonas verdes, en los lugares donde habrían de ir colegios, parques de bomberos o centros de salud, o sobre dunas o ruinas milenarias, o arrasando pinares, o en medio de ramblas peligrosas.

La alcaldesa, Angeles Muñoz, que se presentó como enésima «salvadora» de la ciudad, pretende no demoler ni una sola amparándose en que, habiendo obrado los compradores de buena fe, es de justicia legalizarles sus viviendas ilegales, como si la legalidad pudiera estirarse y encogerse, como una goma, a gusto del consumidor.

Lamentablemente, la alcaldesa Muñoz no sólo tiene de la justicia un elástico concepto de hechos consumados, sino que se ofrece a cargar con la ingrata labor de consumarlos ella misma mediante la legalización de lo ilegal. Ve injusto que a los compradores les tiren las casas cuando, en puridad, han de ser los que se las vendieron quienes reparen la «injusticia» devolviéndoles el dinero más, si procede, un plus indemnizatorio por las molestias, pero no ve la injusticia ejecutada contra su pueblo, habitado por trabajadores y gente humilde en gran parte, al que han dejado sin equipamientos indispensables y con una deuda brutal que habrán de pagar entre todos. Con una salvadora así, Marbella no necesitará, en adelante, destructores.

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