Cayetano González – La parálisis de Rajoy.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Cada pocos meses se reabre en la opinión pública el debate sobre la consistencia del liderazgo de Rajoy al frente del PP. Primero fue en marzo del 2008 cuando perdió por segunda vez unas elecciones ante Zapatero y mucha gente pensó que lo mejor que podía haber hecho era irse a su casa y dejar su puesto a otra persona. Después siguió ese debate con la forma en que se autoproclamó candidato para el Congreso de Valencia y desde entonces -han pasado trece meses-, Rajoy ha estado en un continuo «vivo sin vivir en mi», superando las pruebas de las elecciones gallegas y europeas, pero dando al mismo tiempo una imagen de persona con muy poca capacidad de generar confianza y transmitir entusiasmo en un momento de grave crisis económica y con una gestión manifiestamente mejorable del Gobierno de Zapatero.

Todo lo relacionado con el caso Gürtel y sus derivaciones hacia el tesorero del PP, Luis Bárcenas, y hacia el presidente de la Generalitat de Valencia, Francisco Camps, han vuelto a poner de manifiesto una forma de ejercer el liderazgo por parte de Rajoy bastante desconcertante. El presidente del PP se limita a dejar pasar el tiempo, poniéndose de perfil, no haciendo nada, renunciando a adoptar decisiones que puedan resultar mínimamente traumáticas, en la confianza de que el tiempo acabará arreglando las cosas. Eso a veces es así, pero en otras no, y lo único que se consigue es que los problemas se vayan agravando y no resolviendo.

Por no hablar de la también desconcertante decisión avalada por Rajoy, de que las comunidades autónomas gobernadas por el PP se abstuvieran en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera cuando la pasada semana se votó el polémico plan de financiación de las autonomías presentada por el Gobierno. Después de haber tachado el propio presidente de los populares dicho plan de «chapucero», «insolidario», «injusto» y «perjudicial para los españoles», lo lógico era pensar que las comunidades gobernadas por el PP iban a votar en contra. Pues no, Rajoy y su equipo decidieron que había que abstenerse, lo que sirvió en bandeja, por ejemplo, que la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, se pavoneara que el plan había sido aprobado sin ningún voto en contra. Y si una dirigente del PP como Esperanza Aguirre se atreve a criticar esa decisión, enseguida desde la calle Génova la acusan de desleal y de volver a intentar minar el liderazgo de Rajoy.

Es más que probable que el actual líder del PP esté convencido o le hayan convencido asesores como el sociólogo Pedro Arriola que la mejor estrategia para ganar las elecciones, en medio de la grave crisis económica que estamos padeciendo, es no hacer nada, no provocar ninguna polémica, no tomar decisiones, no defender con excesivo ahínco los principios y valores que teóricamente tendría que defender un partido de centro-derecha. Es posible, aunque no seguro, que así se ganen unas elecciones, pero además de ser un planteamiento realmente pobre, la pregunta que cabe hacerse es: ¿y una vez llegado al poder, qué?

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