Fernando Jáuregui – No te va a gustar – El bolso de Barberá


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Sé(r) que me la voy a cargar con este comentario, pero no por ello dejaré de hacerlo: ojalá toda la corrupción de este país se resuma en los bolsos de Barberá y/o en los trajes de Camps. Claro que eso no es así, lamentablemente. Lo que les ocurre a ambos políticos valencianos y, por cierto, también a Rajoy, y a casi toda la extraña clase política española, es que son un poco pardillos; han creído que pueden actuar en la impunidad total, que los españoles somos tontos de baba y que, si hay torres que se levantan en la ilegalidad, tráficos de influencias por doquier, recalificaciones casi imposibles y nunca pasa nada, ¿quién les va a pedir cuentas si aceptan un regalo de nada procedente de uno de esos tipos contaminantes, como «el bigotes»?.

Lo que nuestros políticos no perciben es que ellos son la parte más débil de la cuerda; que hay empresarios, banqueros y hasta periodistas que gozan de mucha mayor impunidad. Ellos se han creído que son iguales que esa clase intocable -no en sentido indio, precisamente- para jueces, para los medios, para el Parlamento. Camps, Barberá, el propio Manuel Chaves, son carne de blanqueo de la corrupción, y no digo yo que esté mal que pasen por algunos aprietos, no porque se enriquezcan con el uso de la política, que pienso que no es así en los tres casos citados, sino por el mal uso que hacen del concepto de la política.

Pero que no se confundan: es contra ellos contra quienes se dirigirá los venablos de quienes claman por la limpieza del proceso, no contra quienes pisotean con sus botas importantes -y llenas de barro– cada día ese proceso. El bolso de Barberá vale más, parece que, las torres de KIO, y los trajes de Camps más que algunas urbanizaciones que han talado bosques para existir. Ay de quien no tiene más padrinos que los que le confiere su pertenencia a la etnia política: no se bautizará. Y encima, si es un pardillo, corre el riesgo de condenarse al fuego eterno.

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