Victoria Lafora – Fuego asesino.


MADRID, 22 (OTR/PRESS)

Otro verano más, bajo este calor tórrido, España arde. La plaga de los incendios, casi todos provocados, al amparo del calor, aprovechando los días de viento para que ayude a la tarea, convierte a sus autores en asesinos.

En esta ocasión, cuatro bomberos han muerto atrapados por las llamas en el parque natural de Horta de San Joan en Tarragona. Dos más permanecen ingresados con terribles quemaduras. Demasiados focos, según los vecinos, para que fuera un incendio espontáneo. Además gran parte de la superficie del parque, una joya paisajística, es ahora un bosque de esqueletos de árboles negros.

Dicen los expertos que son muy pocos los pirómanos que queman el monte por una tracción fatal ante el fuego. Los que cogen un bidón de gasolina y buscan el sitio más favorable para destrozar lo que es de todos pretenden en realidad defender su interés particular.

Al parecer siempre hay un litigio por unas tierras, la recuperación de unos pastos, el aprovechamiento de una leña o la recalificación de unos terrenos. La ambición o la avaricia no se detienen ante el riesgo de llevarse vidas por delante como ha sido el caso de Horta de San Joan.

En Castilla-La Mancha, en concreto en la localidad de Poyatos, el fuego había arrasado cientos de hectáreas. Pero lo peor, lo asombroso, era la cantidad de focos de donde partía. Los servicios de extinción no habían acabado con uno cuando surgía otro. Era como luchar contra el diablo. Unos escolares que estaban de campamento tuvieron que ser desalojados ante el peligro imprevisible de la situación.

También en Ciudad Real el fuego llegó casi hasta las puertas de la ciudad, quemó jardines, naves industriales y obligó a abandonar viviendas.

Se temía un verano negro, había alerta de incendios, pero sólo han trascurrido poco más de veinte días de julio y ya se ha quemado más superficie arbolada que en el verano de 2008. Esto no ha hecho más que empezar. Lo peor puede estar por llegar. Además del esfuerzo de las administraciones se necesita la ayuda de todos. La conciencia cívica, el apoyo ciudadano para intentar que entre el cambio climático y los incendios no conviertan este país en un desierto miserable.

Los pirómanos asesinos no van a cejar y pueden llevarse más vidas por delante. Hay que permanecer vigilantes y ante la menor sospecha de incendio llamar al 112. El monte es nuestro; es de todos.

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