Esther Esteban – Más que palabras – Suspenso general.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Durante estos días la bronca en este país tiene un nombre: diálogo social y unos protagonistas de excepción: el presidente del Gobierno y los empresarios, que ayer se reunieron en sesión extraordinaria para ver cómo hacen frente a la andanada clara, directa, rotunda y sin piedad que les lanzó Zapatero la semana pasada. Es verdad que el presidente pecó de soberbia, que no es propio de su cargo y condición arremeter en los términos que lo hizo contra el presidente de la CEOE, pero también lo es que no está el horno para bollos y todos deberían hacer un esfuerzo por reconducir la situación.

Lo peor que podría pasar es que desde el Gobierno se iniciara una cacería contra Díaz Ferrán -cosa que podría haber empezado- y que por su parte sindicatos y empresarios se metieran en una espiral de acusaciones que amenazara el desarrollo de la negociación colectiva. Mas de 3,5 millones de trabajadores y 500.000 empresarios no han cerrado su convenio y si las cosas siguen igual el otoño no es que vaya a ser caliente, sino ardiente y todos pueden salir chamuscados.

Y mientras la economía arde, nuestros políticos echan gasolina y por eso los ciudadanos les dan la espalda. Así se deduce de la última encuesta del CIS, donde por primera vez en cinco años todos los líderes de los partidos y todos los miembros del Gobierno suspenden a ojos de los españoles. ¿Cómo se puede valorar el rotundo suspenso?, con una sola palabra hartazgo. Estamos hartos de que se sitúen por encima del bien y del mal, de que en vez de dar solución a nuestros problemas se miren a sus pequeños ombligos ideológicos y de que no cumplan lo que prometen, entretenidos como están en tirarse los trastos a la cabeza. Este suspenso debería servir para que todos hicieran propósito de la enmienda y recuperaran sus malas notas en la próxima evaluación, pero no será así.

Parece que su descrédito, que en definitiva es la historia de un fracaso colectivo, les importa un bledo. El problema de que nadie se salve de la quema no sólo es que la clase política quede en entredicho, sino que su descrédito se convierte en desánimo generalizado a la hora de votar y los ciudadanos no encuentran salida. ¡Allá ellos con sus pequeñas y despreciables miserias partidistas!.

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