Rafael Torres – Al margen – Vacuna para todos.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Si toda la población española, salvo los anacoretas, puede ser contagiada por el virus de la gripe A, ¿qué razón puede haber para discriminar entre los que pueden y no pueden vacunarse? Si se señala al de los maestros como uno de los principales grupos de riesgo, por lo que, en consecuencia, han de ser vacunados, ello no se hace en función de la mayor gravedad con que en sus personas puede cursar la gripe, sino de su exposición al contagio, de suerte que, según la lógica y las últimas palabras de la propia ministra de Sanidad, las posibilidades reales de que los enseñantes contraigan el nuevo virus gripal no son mayores que las que acechan a los camareros, a los conductores de autobuses, a los dependientes de comercio o a las compañía teatrales. Todos, pues vivimos juntos y a menudo revueltos, debemos ser vacunados, a menos que se pretenda establecer un baremo algo nazi de importancia y valor entre unas vidas y otras.

De otra parte, y puesto que se ignora en realidad qué «patologías previas» son esas que pueden convertir en letal el virus, pues han fallecido contagiadas por él algunas personas que carecían de cualquier patología anterior, tampoco puede administrarse la vacuna exclusivamente, esto es, con exclusión de otros, a «grupos de riesgo» inventados. Los grupos de mayor riesgo verdadero serían aquellos que, de no hacerse el Estado español con 45 millones de vacunas para su administración universal, no se vacunaran. No puede, pues, el Estado, ni nadie, decidir quien puede protegerse contra la gripe A y quien no, de modo que por humanidad y por ley (la Constitución consagra la igualdad de los españoles, también frente a la gripe), el gobierno debe promover la vacunación masiva y proporcionar las dosis suficientes para ello. Por lo demás, ¿qué pasa con la vacuna tradicional contra la gripe de siempre, la que anualmente se administra a ancianos y crónicos? ¿Se han olvidado de ella? ¿Convivirán y serán necesarias las dos? No pierda más el tiempo, pues, Trinidad Jiménez, saque del Erario los recursos que convengan, y encargue 45 ó 50 millones de vacunas para todos.

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