MADRID, 30 (OTR/PRESS)
La banda terrorista ETA hace tiempo que nos tiene acostumbrados a su «campaña veraniega», en la que sus comandos, o alguno de ellos, escapando a los controles policiales y a toda prevención, disemina por lugares playeros artefactos explosivos. Tienen estos atentados un doble efecto: tratan de disuadir a los turistas extranjeros para que no acudan a playas españolas, y aterrorizan a los turistas españoles temerosos de que las bombas coincidan en el lugar de su estancia.
Este año, la banda ETA ha cambiado estos esquemas, o acaso los haya «perfeccionado»,eligiendo lugar y fechas de mayor notoriedad: las Islas baleares, y el lugar donde suele veranear la familia real. Por si fuera poco, esta «campaña veraniega» se presentó, este año, con mucha mayor virulencia, por distintas causas coincidentes. Primero, porque el «bombazo» se produjo bajo el coche de dos agentes de la Guardia Civil en Calviá, a quienes causaba la muerte. En segundo lugar, porque el atentado se producía después del que había tenido lugar este mismo miércoles, de madrugada, contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos, en esta ocasión sin víctimas mortales por lo que todos entienden que ha sido un auténtico milagro. Y en tercer lugar, porque esta «campaña veraniega» de la banda ETA coincide con las que pudieran ser «celebraciones terroristas» de los cincuenta años de la banda.
Por todo ello, es seguro que la banda está siendo mucho más observada y reclamará mayores atenciones que en años precedentes. El atentado que se produjo al mediodía de este jueves en Calviá, en efecto, movió a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a poner en marcha toda una «operación jaula», mediante la cual se aspiraba a cercar y a ser posible detener al comando que pudo haber preparado el atentado. Para esa operación, durante algunas horas, se llegó a cerrar el aeropuerto de la isla e incluso el puerto. De manera que durante algunas horas, las posteriores al atentado, se hizo muy difícil el acceso o la salida de viajeros, muchos de ellos ya afectados por un cierto pánico y deseos de hallar tierras menos intranquilizadoras.
El aeropuerto de Son Sant Joan en Palma de Mallorca, uno de los más activos y comerciales de España y de Europa, se volvía a abrir en la misma tarde del jueves tras permanecer cerrado algo más de dos horas por causa del atentado. El cierre se justificó en que se había «puesto en marcha por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado la operación jaula», que consiste «en cerrar la isla de Mallorca para evitar la huida de los terroristas». «Esto significa», agrega el comunicado, «que quedan cerradas las salidas desde el puerto, aeropuerto y puertos deportivos de Mallorca». El delegado del Gobierno en Baleares indicaba, a su vez, que, aunque es consciente de que es verano, pide la «comprensión» de todos los ciudadanos ante el despliegue policial. Son Sant Joan es el tercer aeropuerto de España, sólo por detrás de los de Madrid-Barajas y El Prat de Barcelona, tanto en número de operaciones (193.379 en el año 2008) como de pasajeros (casi 23 millones en el mismo año). Sólo el pasado mes de junio el aeropuerto de Palma vio el tránsito de más de dos millones y medio de pasajeros, unos 86.000 al día.
Se preguntan ahora los industriales del turismo balear cuál podría ser el efecto que este atentado podrá tener en el conjunto de las vacaciones de este año, un año ya de por sí turísticamente difícil y complicado a causa de la crisis. Cabe recordar que hace pocos días, el Gobierno desarrollaba precisamente en Mallorca un Consejo de Ministros extraordinario con un asunto estelar: el turismo y cómo ayudarle en esta difícil coyuntura. Las medidas de apoyo al sector pudieran verse arruinadas, o siquiera muy deterioradas, por la actuación etarra. De ahí que se reaccionara con toda rapidez para tratar de detener y controlar a los miembros del comando criminal.
