Francisco Muro de Iscar – Los derechos de las víctimas


MADRID, 2 (OTR/PRESS

«Hay que combatirlos hasta acabar con ellos». Lo dijo, claro y alto el Rey al llegar a Mallorca, el último lugar teñido por la sangre de las víctimas de ETA. Víctimas jóvenes, inocentes, inmoladas. No hay que olvidarlas nunca. Las víctimas son la clave. Antonio Beristaín, ese jesuita inmenso que tanto ha hecho por el reconocimiento de los derechos victimales recoge algunos trabajos de gran valor en el último número de Eguzkilore, Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología, del que es director honorario. Algún día la sociedad vasca y la española tendrán que reconocer el gran valor de este hombre para poner encima de la mesa, con valentía y dignidad, los derechos de los que sufren.

En su artículo, Beristaín cita unas palabras de Benedicto XVI en su encíclica Spes Salvi del año 2007: «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana».

En ese mismo número de Eguzkilore, Francisco Torralba y Cristian Palazzi escriben sobre el deber de recordar a las víctimas y ponen sobre la mesa la paradoja de que nuestro mundo que trata de mostrarse compasivo y humanitario es, al mismo tiempo, el que general más víctimas que nunca. Estos dos autores señalan que «una ética centrada en las víctimas es una necesidad para humanizar nuestro mundo y moralizar la vida política». La humanidad, escriben, no hubo de esperar a la definición de justicia para saber lo que era la injusticia». Torralba y Palazzi señalan que hay que ver el problema desde la mirada de las víctimas y que éstas «ven las cosas de otra forma que los hombres y mujeres que no hemos sufrido su drama» y que «no se puede hablar de verdad al margen de ellas», ya que ellas «nos enseñan una parte de la realidad tapada». «Tomarse en serio la figura de la víctima, dicen, es aceptar que lo que ve forma parte de la realidad», que es la misma realidad. Nosotros vemos soledad y sufrimiento. Ellos son la soledad y el dolor.

Para los autores hay una justicia que se debe a las víctimas y una justicia que emana de ellas. Y citando a Walter Benjamín señalan que los oprimidos viven en permanente estado de excepción. La justicia de las víctimas, los derechos victimales por los que viene dando su vida personal y académica Antonio Beristain, deben ser puestos en vanguardia de la lucha contra los terroristas. Es el homenaje que les debemos permanentemente a ellos y a sus familias. Sólo viendo el problema desde el punto de vista de las víctimas llegará la justicia.

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