Pedro Calvo Hernando – Venga, vámonos ya.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Me echo a la cara las páginas 2 y 3 de «El País» de este martes y no puedo evitar una subida de tensión, pero no arterial sino cabreal. De manera que ahí estamos, en Afganistán, con nuestros soldados y nuestro dinero, por el capricho de un gobierno, el de Zapatero, que no tuvo el arrojo o las ganas de enmendar ese otro grave error de sus antecesores aznaristas retirándonos de allá como con tanto acierto y valentía nos retiró del infierno ilegal y genocida de Irak. El periódico resalta varias cositas. Una es que «Karzai se ha aliado con el sanguinario general Abdul Dostum para ganar votos». Así que estamos allí bendiciendo al tal Hamid Karzai, el consumado demócrata capaz de hacer esa y otras muchas barbaridades. O permitir esa nueva ley -veo en págína 3 del diario- que autoriza a los hombres de etnia hazara a dejar sin alimentos a la esposa que rehúse satisfacer sus deseos carnales. Y otras muchas cosas por el estilo. La evolución del país durante los pasados años se ve que ha sido para atrás, como los cangrejos, al menos en lo que llamamos derechos humanos.

Yo supongo que si Aznar no nos hubiera metido en el país de Karzai, Zapatero no nos habría metido en ese siniestro avispero. Pero eso no me consuela nada ni me rebaja la tensión. Aunque no puedo menos que reconocer que la presencia de los soldados españoles en Afganistán es una de las decisiones del Gobierno aznarista que quedan ahí para la historia ignominiosa vinculada a la atroz etapa de George Bush. Desde su misma llegada al poder, todavía en plena euforia, animé pública y privadamente a Zapatero para que nos sacara también de Afganistán, porque aquello iba a ser una trampa absurda, en la que no teníamos por qué permanecer. Nadie me ha explicado todavía qué pintamos allí, qué defendemos, supongo que no las alianzas con los señores de la guerra, ni las leyes salvajes y machistas, ni un sistema de gobierno basado en el enfrentamiento armado con otras facciones, en una guerra sin esperanza ni futuro en una región del mundo en la que no se nos había perdido nada. Venga, vámonos ya.

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