Carlos Carnicero – Afganistán, ¿una democracia resignada?


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Las noticias que llegan de Kabul indican una participación «aceptable» en término empleado por Naciones Unidas en las elecciones de ayer. Frente a la ofensiva Talibán, no es un dato menor. Pero convendría hacer algunas reflexiones sobre el tipo de democracia que se ha instalado en la parte de Afganistán que no controlan los Talibán. En la otra ya se sabe.

Afganistán, como parte de Pakistán, en cuya frontera se atrincheran las milicias de los Talibán, es una zona conflictiva desde la época de Alejandro Magno, en donde han fracasado todas las expediciones militares y donde se ha forjado un mosaico de tribus con comportamientos característicos de sistemas feudales, en donde la mujer está sometida a los rigores del islamismo radical. Son tribus rebeldes contra toda autoridad que no nazca de cada «señor de la guerra» y sus exigencias a veces son negociadas y concedidas por los gobiernos de Pakistán y Afganistán.

En esas circunstancias, el gobierno auspiciado y financiado por los países occidentales sigue manteniendo vigentes leyes discriminatorias de la mujer que han ido todavía cediendo más a las creencias más radicales. La última ley es la que legitima la violación dentro del matrimonio y la necesidad de que la esposa disponga de permiso del marido como condición para salir a la calle.

Es cierto que en Afganistán conviven dos problemas. Uno, la posibilidad de que si se pierde la guerra contra los Talibán, se constituya en una plataforma del terrorismo internacional y que además pueda contaminar a un Pakistán inestable y con armamento nuclear. Y la segunda, la existencia de un régimen que occidente asimila a la democracia con grandes quebrantamientos en los derechos fundamentales de la mujer que tiene enormes dificultades, cuando no prohibiciones expresas, para acceder a la educación, para obtener trabajo y para tener una vida independiente. El sometimiento de la mujer al marido y la imposibilidad de obtener su autonomía sitúa al régimen de Afganistán en las antípodas de una realidad donde se observen los derechos humanos. ¿Tenemos que conformarnos con esta brutal barbaridad con tal de que no ganen los Talibán?

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