Consuelo Sánchez-Vicente – La pax zapatera


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

El líder de CC.OO Fernández Toxo lo advirtió con toda claridad cuando se rompió el diálogo social, si llegamos al otoño sin acuerdo salarial los trabajadores pueden ponerse muy nerviosos de tener que empezar el curso con los convenios sin firmar. Yo creo que fue una forma de decir sin decirle al gobierno que el otoño podría ser más que caliente y de mentar sin mentarle la bicha de la huelga al presidente. La huelga general es el coco de Zapatero, su «finis terrae», todos los demás presidentes democráticos han tenido la suya pero él, no. Como sea.

Convirtió, airado, al presidente de la CEOE Díaz Ferrán en el malo del fracaso del diálogo social. Y ahora que no le queda otra que sacar del riñón de los ciudadanos el dinero que ha ido malbaratando en cheque-votos para que no nos echen del euro -la vaca del déficit no da más de si- Zapatero trata de envolver en tul ilusión la subida de impuestos que viene y la congelación salarial que le seguirá

La mejor cabeza política de su entorno íntimo, José Blanco, ha sido el heraldo elegido por Zapatero para minimizar los daños. Con los impuestos dudo que lo consiga. Subirán «para los ricos», dice Blanco, pero preguntado por quienes son según el gobierno esos ricos Blanco responde que «aún no lo ha estudiado». Já. Es natural que no quiera soltarlo de golpe. Para que fiscalmente la subida del IRPF merezca la pena hay que bajar el listón de los paganos según los expertos hasta los veinte o los treinta mil euros de ingresos anuales, y esos no son «ricos» sino pura clase media (los de siempre otra vez). Con la congelación salarial, por el contrario, me parece que lo tendrá algo más fácil gracias a la «complicidad» de los sindicatos. UGT, CC.OO y la CSIF ya han dicho que la línea roja es que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo, pero lo que les ha ofrecido Blanco, acordar «niveles de contención» salarial, y a esto nuestros bravos sindicalistas si están dispuestos a condición, uno, de que no baje el poder adquisitivo de los trabajadores (o sea de sus afiliados, los parados allá se las compongan), y, dos, de ciertas «contraprestaciones» sindicales -más dinero y más poder, vamos- que han venido reclamando sin éxito… hasta ahora. Un cromo. El «precio», en fin, que los sindicatos pretenden cobrarle a un gobierno sin rumbo a cambio de la paz social.

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