Charo Zarzalejos – Los símbolos


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

La muerte del último Kennedy nos ha puesto otra vez de manifiesto el cuidado, el culto que los norteamericanos, ya sean demócratas o republicanos, tienen por los símbolos. La familia Kennedy, en su conjunto, sin duda lo es. Ha sido de esas familias que dejan huella y justo es, sin duda, que no se escatime en rituales a la hora de su muerte. Los norteamericanos han encontrado o han hecho de sus liturgias –¿se acuerdan de la toma de posesión de Obama_ un punto de encuentro, un espacio en el que todos se sienten reconocidos. Tanto norteamericanos como británicos han entendido a la perfección que en democracia la liturgia forma parte de la propia democracia.

Viene esta reflexión a cuento de lo que se está viviendo en el País Vasco, en donde el Gobierno liderado por Patxi López ha emprendido una auténtica y necesaria cruzada en contra de los símbolos, de esos símbolos que están reñidos con la democracia y cuya exhibición no tienen más objetivo que enaltecer y reconocer a aquellos que han elegido la violencia como instrumento político.

La tarea emprendida por el Ejecutivo vasco no es fácil. Durante años y años aquellos que callan o aplauden a quienes matan, han hecho de determinados municipios su «territorio», de tal manera que el paisaje urbano era el que ellos deseaban. Fotos, carteles, pancartas de gentes que días antes habían asesinado a un vecino. Este ritual está muy acendrado, muy interiorizado entre los sectores más radicales del País Vasco. Ellos dan valor a sus símbolos y han establecido una liturgia que ha servido para establecer esos vínculos de identificación. Esta liturgia ha servido para dar visibilidad al terrorismo y ahora se trata de desandar el camino y hay que empezar, en el terreno social, por hacer invisibles a quienes utilizan las armas.

No cabe duda de que mucha, muchísima gente aplaude y apoya la iniciativa, pero el Ejecutivo vasco necesita de complicidades efectivas para poder mantener el pulso al que de manera sistemática le va someter el entorno de los terroristas. En este sentido, el papel del PNV se presenta como especialmente relevante. Hasta el momento, el partido liderado por Iñigo Urkullu no se ha manifestado en contra, pero si ha hecho públicas sus reticencias a las formas.

En los últimos días, los éxitos policiales se han multiplicado, al mismo tiempo que se ha advertido, con un realismo que solo merece elogio, que ETA va a volver a matar en cuanto pueda. Es la historia interminable y para terminarla se ha iniciado la deslegitimación social y política del terrorismo, en la que se incluye la batalla por los símbolos. Llevar a la convicción de aquellos que se sienten tentados a entrar en ETA que nunca van a ser héroes sino villanos será el triunfo definitivo al terrorismo.

En el País Vasco es una realidad social que existe una sensibilidad política que se identifica con objetivos independentistas; pero esta sensibilidad, en gran medida, esta «secuestrada» por ETA, deslegitimada por tanto asesinato. El independentismo vasco, en la medida que exista y en la medida que no se desvincule del terrorismo, está cavando su fosa social y política. Está condenándose a sí mismo a la irrelevancia más absoluta. El Gobierno liderado por Patxi López ha tomado una deriva que puede ganar si no desfallece en el intento. ¿Si ETA y quienes la apoyan son imperturbables, por qué no los demás?

Charo Zarzalejos

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