Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Las famosas clases medias


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Acudí a la conferencia de prensa en La Moncloa con la que Zapatero daba por finalizadas sus publicitadas vacaciones en Lanzarote. Algo que me sorprendió, y que acaso no haya sido demasiado destacado, fue el cuidado con el que el presidente subrayaba su respeto hacia las clases medias, tras admitir, con palabras muy cuidadas y seleccionadas, que la subida de impuestos que se nos viene encima será «limitada y temporal», signifique ello lo que signifique.

Tiene razón ZP en sus temores: las clases medias son, en teoría, las que deciden las elecciones, las que condicionan, con su sacrificio y con su bienestar, la marcha de un país occidental. El Partido Popular sabía lo que se decía cuando atacaba a los socialistas diciéndoles que van a por las clases medias: nadie está muy seguro de dónde empiezan y dónde terminan estas clases, pero todos dicen sentirse parte de ellas.

Una reforma fiscal, la que sea, afecta siempre, sobre todo, a una parte de las clases medias. Los verdaderamente ricos apenas pagan impuestos, y los profesionales de mayor y menor rango están instalados, en buena parte, en la economía sumergida. Pero los que viven de un sueldo, los que son «vigilables» por Hacienda, los de la nómina y la pequeña empresa, la mayor parte de los autónomos, son esas clases medias que no pueden escapar la fisco.

No estoy del todo seguro de que esas clases medias, tan heterogéneas, voten en un solo sentido y menos aún de que hagan ganar o perder unas elecciones. Pero sí empiezo a sospechar que está haciendo fortuna el eslogan del PP según el cual el Gobierno de Zapatero va a por ellas (sea o no cierta la especie, que ahora eso es lo de menos).

Para engrosar las arcas del Estado habría, pienso, muchas otras soluciones más rentables electoralmente que una subida de impuestos «a las rentas más altas», como dijo el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE. Primero, porque ya he dicho que los verdaderamente ricos apenas pagan impuestos, por lo que habría que regular de otra manera las sociedades a las que ellos pueden acogerse; segundo, porque, si de aumentar sustancialmente los ingresos del Estado se trata, lo más útil sería emprender una lucha efectiva contra el fraude fiscal, que en España supone más de la cuarta parte del total de la riqueza nacional.

Pero, claro, eso es complejo, comprometido y está lleno de riesgos; más fácil es subir, sin más, los impuestos, y no solamente a los que tienen rentas más altas (o sea, la clase media, por lo ya dicho), sino a todos, vía tasas indirectas. Es lo que se va a hacer (aunque Zapatero no especificó demasiado, claro).

Al presidente hay que reconocerle que salió bastante indemne de la conferencia de prensa que convocó, básicamente por culpa de los periodistas que a ella asistimos, aunque también gracias a sus habilidades. Rajoy no supo, este sábado, contrarrestar con la fuerza suficiente las machadas dialécticas de su rival político. Pero prometió combatir la subida de impuestos, que es ahora el concepto político y económico en litigio en la arena política. Se lo están poniendo bastante fácil al político gallego: tal y como está actuando el presidente del Gobierno, empieza a bastar con decir «no» a cualquiera de sus propuestas.

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