Victoria Lafora – Creadores de sueños.


MADRID, 05 (OTR/PRESS)

Así definió Francisco Camps a su partido en pleno fervor místico ante el apoyo de los suyos. Llevado de su entusiasmo por la compañía de dos mil militantes, en la plaza de toros de Valencia y con Mariano Rajoy a su vera, dio carpetazo al «caso Gurtel», acusó a los socialistas de crear un régimen de terror, y se quedó tan tranquilo.

Los trajes de Correa nunca existieron, él nunca dijo que los había pagado de su bolsillo y todo ha sido una persecución implacable de Zapatero y sus ministros que le tienen envidia porque el sí sabe ganar elecciones. Salvo que el Tribunal Supremo reabra la causa y le llame a declarar en Madrid, esta es la versión oficial de lo sucedido.

La estrategia está, sin duda, bien planteada. Una mentira repetida día tras día acaba calando y hay algunos que hasta llegan a creérsela. O eso creen quienes la repiten. Camps, con el apoyo incondicional de Rajoy (recuerden la frase: «yo estaré siempre detrás, delante y al lado»), optó desde el primer momento por negar las evidencias que le relacionaban con la trama montada por Correa. De su amigo «el Bigotes», de sus tiernas conversaciones telefónicas con sus declaraciones de amor y lealtad, ya no se habla. ¿El Bigotes, quién es ese señor?

Por eso en la cena del viernes, con el calor del albero valenciano, Camps aseguró que quería seguir soñando y creando sueños. Le debió fallar el subconsciente. Lo que debía estar pensando, y se le escapó, era su deseo de que toda esta historia de los trajes a medida, de los regalos y las amistades peligrosas, haya sido un mal sueño provocado por el «terror socialista».

El entusiasmo de los populares, por el archivo de la causa en el Tribunal Superior de Justicia de Valencia, se desbordó en el coso taurino jaleado y azuzado por Rajoy que no cabía en si de gozo. Los discursos (Rita Barberá entre otros) fueron creciendo en intensidad emocional y sirvieron para la catarsis colectiva. A los postres todos se creían víctimas de una feroz e implacable persecución sin causa alguna que justificara la saña y el dolor infringido.

El victimismo es un traje que le sienta muy bien a Camps y a los suyos y del que no se van a despojar. Lo importante, lo fundamental es saber, en un país tan tolerante con la corrupción de la clase política, cuántos ciudadanos se han creído las diferentes versiones que ha dado sobre los caros obsequios que recibió de una trama corrupta.

Porque (no perdamos la cordura) los trajes y los regalos a su familia existieron. Así lo ha reconocido en su auto el Tribunal valenciano, aunque no haya visto causa penal en ello y mentir, mintió.

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