Antonio Casado – Puños en alto.


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Gestos antiguos, ideas vigentes. En todo caso, los gestos importan menos que lo que representan. No es el puño que amenaza, como maliciosamente se ha querido presentar el revival de Rodiezmo. Un periódico madrileño, más bien alérgico al PSOE, hablaba el otro día de «talibanismo progre» y lo relacionaba con los tiempos en los que los españoles se mataban unos a otros por sus ideas políticas. Qué barbaridad.

El puño cerrado apela a la unidad de los más débiles. Ese es su origen y ese sigue siendo el significado para millones de personas que deben haberse sentido insultadas por quienes estos días se han dedicado a hacer mofa del viejo saludo socialista, utilizado por muchos de los asistentes a la reciente fiesta minera del PSOE, aunque no por el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, digo yo que por respeto a los millones de ciudadanos a los que se debe, socialistas o no, le hayan votado o no.

El saludo está en desuso pero no está prohibido, no hace daño a nadie y contra nadie va. Conserva su significado como signo de solidaridad entre los trabajadores y, en general, las capas sociales más desprotegidas. Ese era al menos su sentido fundacional, si bien a estas alturas de la película ya no podemos reconocer en la solidaridad un valor exclusivo de la izquierda. Con el tiempo hemos descubierto que también en la derecha hay personas solidarias. Como personas insolidarias hay en la izquierda. Las suficientes como para dar por abolido el mito de su superioridad moral, pero no tantas como para que la izquierda actual reniegue de su original impulso solidario.

Millones de personas siguen identificando el puño cerrado a modo de saludo con la solidaria unidad de quienes menos tienen, antes, ahora y siempre. Una utopía como otra cualquiera que de ninguna manera puede asociarse a las aberraciones históricas que generó en algunas partes del mundo.

La utopía y sus símbolos se conservan o se repudian, se respetan o se denigran, en función de la estirpe ideológica de cada cual. Es normal y previsible que un militante socialista levante el puño en la fiesta minera de Rodiezmo, como previsible y normal es que un militante del PP se oponga a la retirada de símbolos franquistas en Coruña. Qué se le va a hacer.

Si el puño en alto es un símbolo indeseable del pasado, como algunos lo han presentado estos días, también es símbolo indeseable del paso el monumento dedicado a José Antonio Primo de Rivera en el centro de Granada. Y sin embargo el presidente del PP granadino, Sebastián Pérez, ha dicho que el monumento de ahí no se quita, al mismo tiempo que los dirigentes de la derecha nacional relacionaban el puño en alto de Alfonso Guerra, Leire Pajín o Bibiana Aido con la «memoria histérica del PSOE». Todo tiene su lógica.

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