MADRID, 9 (OTR/PRESS)
En clave económica, tras el debate, hemos salido como el negro del sermón: con los pies fríos y la cabeza caliente. Caliente porque a la hora de analizar el problema de la recesión económica hay dos escuelas irreconciliables: mientras que para Zapatero lo peor ya ha pasado -empleó un silogismo según el cual sí Alemania, Francia y Japón ya están saliendo del túnel, España también acabará saliendo; para Rajoy (y, con él, el resto de los portavoces) estamos peor que en el mes de febrero -cuando el último debate – porque en éstos nueve meses se han perdido otro medio millón de empleos.
Analizado en términos políticos el debate, en cambio, sí aportó alguna novedad. El líder de la oposición estuvo muy duro con el presidente del Gobierno, casi rozó la crueldad: «El Gobierno es de una inconsistencia rayana en el ridículo; tres decisiones distintas en quince días; derrocha inconsistencia, vive al día y nunca dice la verdad. El falso optimismo-remató Rajoy- es una forma de deserción».
Ya digo, dentelladas terroríficas. Pero, hubo algo más; ésta vez no se quedó en la descripción del desastre. En ésta ocasión -a mi juicio fue la novedad más interesante del debate- Rajoy dio un paso digno de un gobernante: ofreció a Zapatero un pacto para afrontar juntos la situación. Con condiciones razonables: que el Gobierno no suba los impuestos y que se comprometa a reducir el gasto público. No habló de reformar el mercado de trabajo (se habría echado encima a los sindicatos). Dijo lo que dijo.
Todos los grupos criticaron al Gobierno evidenciando su soledad. Ha sido un debate interesante, en el que ,por cierto, hemos sabido por Rajoy que cuando Zapatero mencionó de pasada que en el próximo ejercicio quiere incrementar la recaudación en torno al 1,5 % del PIB, lo que está anunciando es una subida de impuestos por valor de nada menos que ¡15.000 millones de euros¡ Dos billones, contados en pesetas. Qué no cunda el pánico entre las clases medias, segmento cada vez más deprimido en quien ha puesto sus ojos éste Gobierno que oído lo que se dijo en el Parlamento, a la vista está que está más solo que nunca.