MADRID, 9 (OTR/PRESS)
La catastrófica situación de la educación en España necesita un gran pacto entre los dos principales partidos sin dilación y sin demora. Puede que de la crisis económica se tarde más o menos en salir, pero al final habrá recuperación. Lo que puede llegar a ser irrecuperable es la formación de varias generaciones de españoles si sigue el baile de San Vito con los planes de estudio, que se cambian cada curso o cada remodelación gubernamental.
Así, mientras los políticos se tiran los trastos a la cabeza, las aulas se degradan, la autoridad de los profesores está por los suelos y existe la tasa de abandono escolar más alta de los países desarrollados. Sólo falta que Turquía y México avancen un poco para tener el triste honor de ser los primeros en la lista de fracasados.
El ministro Gabilondo ha dicho recientemente que no es hora de echarse mutuamente las culpas del desastre, ni de utilizar el manido recurso del «y tu más». Pero el primer intento de acuerdo sobre un texto preliminar, absolutamente básico, de buenas intenciones no ha logrado romper el maleficio. Han vuelto a las andadas.
Mientras tanto, el curso está a punto de comenzar y la educación pública seguirá degradándose. Los centros de primaria y secundaria seguirán siendo un apeadero de niños, en los institutos seguirá brillando la falta de disciplina y motivación de profesores y alumnos.
El motivo de la última discordia es que el PP plantea una modificación de la Ley de Educación y el PSOE quiere reservar esa iniciativa para mayor prestigio de su ministro. Angel Gabilondo se ha tomado este tema como una causa personal. Su tesón y su convicción personal, de que o se hace ahora o el pacto no se logrará, es la última esperanza de salvar el modelo educativo.
Los dirigentes populares están convencidos de que ganarán las próximas elecciones. Lo primero que harán desde la Moncloa es suprimir Educación para la Ciudadanía e imponer su modelo ideológico de la enseñanza, por tanto su interés por pactar es mínimo.
El problema que nadie quiere ver es el futuro: con la formación actual, con la falta de incentivos, de valores, de motivación para crecer, de conocimientos, los niños y jóvenes que ahora ocupan las aulas serán incapaces de mantener la senda del crecimiento, porque la riqueza de un país se mide, antes que nada, en el nivel de formación de sus ciudadanos.