MADRID, 27 (OTR/PRESS)
Las noticias publicadas por distintos diarios informan de que la organización terrorista da por concluido un «proceso de reflexión» que les ha llevado a su punto de partida, como no podía ser de otra manera: «abominan» de cualquier hipotético y pasado objetivo de negociación, son partidarios de continuar practicando el terrorismo y están desencantados de que la izquierda abertzale de muestras de cansancio como monaguillos y colaboradores del terrorismo. Además, reconocen su debilidad organizativa e, indirectamente, la eficacia de la policía.
El asunto es para poner en guardia a todas las fuerzas de seguridad del estado -que seguramente lo están siempre- porque cuando los terroristas afirman que han estado «reflexionando» lo que sigue es un atentado para demostrar que siguen vivos.
Es esta una historia para observar con tenacidad y paciencia. Como todos los procesos de terrorismo tendrá una fase residual, totalmente absurda, incluso desde los parámetros de observación de los terroristas, producto de la inercia de la muerte que viene determinada por la afición que le terminan cogiendo los asesinos a su oficio, convencidos de que ya no valen para otra cosa que para matar.
El tiempo tiene la llave de esta solución si nadie comete el error de pensar que en la lucha contra el terrorismo hay algún tipo de atajo, se empeña en establecer paralelismos con el proceso de paz de Irlanda o tiene la tentación e convertirse en aprendiz de brujo pensando que con ETA se puede dialogar y conseguir otra cosa distinta de más de lo mismo.
Los silencios de Rubalcaba –que sólo tiene que salir al ruedo para poner en evidencia los disparates de la estrategia defensiva del PP– revelan dos cosas: que el ministro quiere estar fuera de foco en un momento en el que el presidente del Gobierno ha perdido la brújula y que Alfredo Pérez Rubalcaba está invirtiendo todo su tiempo en poner a punto la maquinaria del estado para una lucha global y definitiva contra ETA.