MADRID, 29 (OTR/PRESS)
Sobre Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana, pesen muchas losas. La peor, la pésima gestión personal de las acusaciones que le imputan malas praxis políticas y corrupción. Presunta. De las cintas con grabaciones que se han filtrado no puedo deducir culpabilidad directa y automática; sí gran negligencia «in vigilando». Y mala baba por parte de alguien a la hora de filtrar. Es reo de poco cuidado de con quién se relacionaba la Generalitat, qué facturas avalaba, a quién llamaba «amiguito del alma». El político ha de saber cuidarse y cuidar lo que representa. Camps es, indudablemente, culpable de negligencia, de prepotencia. Miopía política. ¿A eso se le llama corrupto? Aún hay que probarlo.
Insisto: ¿es Camps un corrupto? No lo sé, pero presumo su inocencia. Ya sé que habrá quien me crucifique por no enviar a la pira al president de la Generalitat valenciana, que es tenido por la mayoría como una persona honesta desde que comenzó su carrera política. ¿Hay que crucificarlo por haber contratado con la empresa del «bigotes»? ¿Hay que condenarlo porque esta empresa, Orange Market, dependiese del «holding» de Francisco Correa? Para llegar a conclusiones definitivas, mucho habrá que diseccionar, investigar.
No. Obviamente, Camps ha cometido errores de bulto, algunos de pardillo, otros de primerizo -y él no lo es–. Pero a ver quién dice que se ha llevado dinero a su bolsillo, aunque sea al de los pantalones de los trajes que dicen que le regalaron: nadie se ha atrevido a tanto. Otra cosa es su falta de atención a la hora de hablar por teléfono, sus amistades peligrosas, su blandura política y su dureza con los medios de comunicación. O el organigrama de la Generalitat. Un cóctel explosivo para quien triunfa en lo suyo, es decir, en este caso en las votaciones de los ciudadanos.
¿Tiene que marcharse? Dependerá de las circunstancias en los días/horas inmediatos. Yo lo mantendría: es un contrapoder. Aunque puede ser también un sumidero para las posibilidades del PP de llegar a La Moncloa. Ni más, ni menos.
