Las malas lenguas de España.

Por esta bendita y sufrida esquina ibérica, Galicia, “alporizado” (para que se entienda: encrespado, en la lengua de la clásica picaresca), “levado do demo” (en manos del diablo) te anda algún pícaro galaico de godo y charnego apellido: José Luis Gómez. Charnego que lo fue en efecto, durante años, en la misma y sufrida Cataluña de la que tan a menudo se sirve utilitariamente, en una especie de como tauromáquica suerte, para rejonear a los “espanholistas” infieles a la “Galiza” de sus amigos (pese a escribir que «en Galicia, al gallego se le llama portugués, especialmente por parte de quienes han rebautizado Galicia con el espurio lusismo “Galiza”»; apreciación con la que no puedo estar más de acuerdo). La “Galiza” de los “xurxos”, que como mucho, ¡como mucho!, representa al diez por ciento del pueblo gallego.

—Pero oiga, ¿es que el diez por ciento de un pueblo no es importante?

Con la excepción de su íntima demagogia, la pregunta, así planteada, dice muy poco —menos, si cabe, intelectualmente— de quienes la cursen en tales términos: es una interrogación sin sentido; tan sin sentido como una dirección terrestre carente de él. Una interrogación indeterminada, ausente de la más mínima especificación, cuando, en rigor, la especificación constituye el contenido efectivo de toda posición real —incluso de las posiciones imaginarias, que, por su in-sistencia, también son reales, a veces más que las que gozan de pública ex-istencia—, de manera que, ontológicamente, toda posición indeterminada, privada de especificación, constituye un vacío infundamentado sin otro cimiento que el del vacío mismo, en tanto que, en el orden propiamente político, un socavón de lacerantes lanzas para quienes, hundiéndose en él, no se resistan a husmearlo.

¿Qué sentido tiene eso del “diez por ciento de un pueblo”? ¿El diez por ciento para qué: para las virtudes o para las sandeces? Desde el punto de vista de las pasiones y la demagogia, más lo tendría desde luego si, en lugar del diez por ciento, se nos preguntase por el noventa restante. Lo cual, por cierto, no significa que la parte mayor esté más cualificada racionalmente. “A moneditas” quizá se venda la política, al kilo y hasta por toneladas —cuantitativamente—, mas no la razón, cuya cualitativa plaza no es precisamente la de abastos, ni, mucho menos, la de las subastas políticas, sino, en rigurosísimo y stricto sensu, “la del ágora”: el medio propicio para lo que, en plena dictadura de Primo de Rivera, Ortega explanaba como “curiosidad de intelección” y “afán de salvación”; la plazuela, si se quiere, de las verdades incipientes (paradójicamente, Ortega, para poner a caer de un burro al héroe máximo de las plazuelas: Sócrates).

No hay más que leer el deslenguado artículo sobre «Las lenguas de España», del castellanohablante señor Gómez, para percatarse de la gran confusión que se trae entre la idea de la “lengua propia” y el tintineo numismático. Porque al señor Gómez, la angustia no se la produce, como pudiera pensarse, su ensoñación sobre el maltrato de la lengua gallega, sino su previsión de maltrato económico, en cuanto a los compadreos del Poder político con la prensa se refiere, de que pudiera ser objeto el «Xornal.com» que dirige por parte de un gobierno del Partido Popular con apenas tres meses de gestión el 13 de junio de 2009, fecha en la que hizo pública su disparatada diatriba. Advierto de paso que, personalmente, nada tengo contra el ingrediente violento de las diatribas y, en general, de los discursos, pues tanto derecho tienen a la palabra (he-dicho-a-la-palabra) los violentos como derecho tienen los muermos. Sin embargo, la injuria me incomoda sobremanera, y si, por encima, se dispara con la honda de las contradicciones, entonces la combinación balística me resulta intolerable.

No hablemos ya de la confusión interesada entre el castellano y el español, que tanto les va los “Xurxos” y a quienes utilitariamente conciben la lengua gallega como un negocio, porque ni yo, ni miles de gallegos, hablamos o escribimos en castellano, sino en español, y ello sin conciencia de hacerlo, exactamente igual que cuando nos expresamos en gallego, por ser, velis nolis y pese a quien pese, históricamente bilingües. La lengua castellana, lo mismo que la lengua gallega son lenguas de España, si se prefiere, de los pueblos de España; lenguas, pues, españolas, en modo alguno la lengua española. Por lo demás, la diferencia entre el castellano y el español no es sólo histórico- política, sino, también y si cabe más, formal y semántica, como parejamente acontece con el catalán. Así, por ejemplo, la incorporación lexicográfica y, aún previa, “del-uso-de” la palabra “saudade”, respecto de la cual, con independencia de si procede del portugués, del gallego o de ambos, nadie ignora su íntimo vínculo expresivo con el “humus” antropológico galaico. O la incorporación a la lengua española, también con su previo uso, de la palabra catalana “charnego”.

Pero la audacia ilimitada del señor Gómez, probablemente sólo superada por la avidez de subvenciones “pro domo sua”, le lleva a escribir barbaridades del siguiente tenor, y ello a sabiendas de que el diario que comanda publica sus editoriales, como la mayor parte de sus informaciones, en castellano —no diré “en español”, para no ofender al señor Gómez, uno de los grandes especialistas en andar haciendo caja por las tertulias televisivas y radiofónicas más “españolistas” de España:

— «El principal encargado del exterminio del gallego se llama Jesús Vázquez y era, hasta muy poco tiempo, un absoluto desconocido, salvo en su entorno personal.»

— «El presidente Alberto Núñez Feijóo le ha encargado la Consellería de Educación [a este “peculiar personaje”], desde donde desarrolla eficaces estrategias de propaganda sobre las que asienta políticas concretas contra el gallego».

— «Los ideólogos [de dicho “exterminio”] están más en Madrid que en Galicia, donde sí actúan sus ejecutores.»

— «La Ley de Normalización Lingüística [fue] aprobada por la Xunta de Fraga»: «el ex ministro de Franco». Perdón, caballero: la Xunta no es de nadie en particular, y las leyes, en el Reino de España, se aprueban conforme a derecho y con mayorías parlamentarias legítimas.

— El anterior Gobierno bipartito «intentaba equiparar el gallego y el castellano en la enseñanza, donde en la práctica sigue predominando el castellano [lo cual es doblemente falso].»

— El PP «está en contra del gallego, y […] eso no debe maquillarse con propaganda capaz de engañar a mucha gente de fuera de Galicia que teme por el castellano».

Francamente, esta vez, el señor Gómez se ha lucido. ¡Si sólo fuese esta vez!

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R. Malestar Rodríguez
www.castaparasitaria.com
rmalestar[@]gmail.com
(24/9/09)

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Autor

Roberto Malestar Rodríguez

Roberto Malestar (Vigo). Heterodoxo; filósofo —licenciado, graduado y doctorando en filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela. Publicista, ensayista y articulista. Es, además, letrista e intérprete de tangos, folclore hispanoamericano y otros géneros.

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