MADRID, 2 (OTR/PRESS)
Lo reconozco quiero ser Goirigolzarri. ¿Y quién no? ¿Qué les parecería a cualquiera de ustedes jubilarse con 52 millones de euros?. Pues esa es exactamente la cantidad que recibirá el hasta ahora numero dos del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, por abandonar la entidad, prejubilado con 55 años. La suma, sin duda, desorbitada ha vuelto a abrir el debate en nuestro país sobre la necesidad de limitar las retribuciones de los altos ejecutivos de los bancos, sobre todo después de que muchos Estados hayan tenido que salir en auxilio de las entidades financieras.
Nadie cuestiona que el directivo del BBVA haya hecho una gestión brillante; que ese sea uno de los bancos españoles que tiene la cuentas mas saneadas o que tenga derecho a negociar con su empresa, al ser privada, los términos de su salida. Lo que nos escandaliza a muchos, con la que esta cayendo, es que se dé dinero público para que los bancos sobrevivan a la crisis y éstos no se aprieten el cinturón. ¿Cuántas Pymes y cuántos puestos de trabajo se podrían recuperar con esa cifra millonaria?. No sé si es ético, pero desde luego no es nada estético que cuando las cifras del paro siguen su ascenso imparable los bancos hagan estos ejercicios de ostentación… Ya saben… serlo y parecerlo y eso no solo afecta a los poderes públicos. También las empresas privadas deberían predicar con el ejemplo sobre todo cuando luego piden la protección del papá estado.
Todo esto coincide en el tiempo con ese bonito debate sobre los ricos y los pobres en el que este Gobierno, demagógicamente, nos ha metido para que nos traguemos sin anestesia y sin rechistar que seremos las sufridas clases medias las paganinis de su rumbosa subida de impuestos. El ejemplo del alto directivo es de lo mas elocuente,. Los ricos, ricos de verdad están ahí escondidos y agazapados con sus fortunas a buen recaudo, porque si se les considera igual que el común de los mortales pueden irse con la música a otra parte. Pues eso a mimarlos ¡señor presidente! y nosotros al tajo… y a mantener íntegra nuestra dignidad de pobres… pero honrados. ¡Que despropósito!