MADRID, 6 (OTR/PRESS)
¿En qué va a quedar, al final, la prevista huelga de jueces de este jueves? Sospecho que nadie, comenzando por las propias asociaciones judiciales, o por el propio Ministerio de Justicia, tiene una idea exacta de qué es lo que va a ocurrir. Sospecho que, a estas alturas, nadie tiene excesivas ganar de forzar un paro no contemplado en las leyes, mal visto por los partidos políticos -por todos: el propio Rajoy dijo recientemente estar en contra de la huelga-, que divide a los mismos profesionales de la Justicia y que amenaza con derivar en una lucha entre las distintas asociaciones. Y, sobre todo, ocurre que todos sospechan que ni va a servir de gran cosa ni va a contribuir a mejorar precisamente la imagen del «tercer poder» en España.
Así las cosas, sospecho que la cosa va a acabar en una muy hispánica solución salomónica: puede que nadie hable de huelga como tal, pero que el café matutino de algunas Señorías se prolongue más, mucho más, de lo habitual. Un paro de cafelito, vamos. Eso sí, con el consiguiente perjuicio para quienes hayan ese día de visitar los tribunales, a los que desde aquí recomiendo paciencia, mucha paciencia.
