Andrés Aberasturi – En Afganistán se está en guerra.


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Se grabaron creo que hace uno año, pero las vimos ayer por primera vez: eran soldados españoles en plena guerra de Afganistán disparando con todo lo que podían a objetivos «insurgente» y felicitándose por haber acertado en el blanco. Aquello, desde el otro lado del televisor era una «ensalada de tiros», las imágenes inequívocas de una guerra en la que participaban tropas españolas. La breve secuencia la hemos podido ver, como he dicho, un año después de que se produjera y la situación, hoy, debe ser bastante más difícil que la de entonces porque la «insurgencia», el enemigo, ha ampliado el territorio bajo su control.

Obama, premio Nóbel de la Paz imagino que más por sus deseos y palabras que por sus hechos, se debate ahora en la duda sobre el futuro de una guerra que comenzó para cazar a Bin Laden y que en la actualidad no se sabe muy bien en qué consiste y cuáles son sus objetivos. No fui el único en bautizar Afganistán como el segundo Vietnam de los EEUU y esa es la duda, imagino, de Obama y sus asesores. Lo peor es que aquí, en este nueva edición, hay tropas españolas en una misión «definida por la ONU» según nuestro presidente. Pues vale; la ONU podrá definir lo que quiera y como quiera, podrá utilizar toda clase de eufemismos, pero Afganistán es un país en guerra, nuestros soldados tienen que participar y participan en esa guerra y a día de hoy, insisto, sólo la hipocresía mantiene la ficción del intento mundial por llevar la democracia a un país que ni es democrático, ni lo puede ser, ni, seguramente lo quiere ser porque no está en su cultura ni en su tradición.

Si la guerra en Afganistán es por la defensa de los derechos humanos claramente violados por el talibán, de acuerdo; pero entonces un par de cosas: hagamos la guerra de verdad por una parte y por la otra que la ONU señale todos los países en los que se pisotean los derechos humanos y que se manden tropas a cada uno de ellos.

No entro ya en el sarcasmo de elecciones celebradas hace poco y que lógicamente han sido cuestionadas por todo aquel con dos dedos de frente. ¿A qué esta pantomima? ¿Por qué Occidente, la ONU, quien sea, tiene que imponer su modelo político a un país en el que es imposible -a día de hoy- que ese modelo prospere? ¿Para qué se está luchando y muriendo en Afganistán?.

Uno comprende que después de abandonar Irak -otra dictadura en la que se pisoteaban los derechos humanos- de la forma que se abandonó, lo de Afganistán resultaba políticamente conveniente y en apariencia más legítimo gracias a la pintoresca ONU. Pero pasa el tiempo y ya no cuela ni lo de la misión humanitaria, ni lo de la ayuda a reconstruir, ni menos aún garantizar el proceso democrático. O llamamos a las cosas por su nombre o seguimos instalados en la estupidez de que el pueblo es necio. Hasta que se cansa, claro.

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