MADRID, 9 (OTR/PRESS)
Sabíamos por el clásico que el carácter es el destino, así que no ha sido una sorpresa la expeditiva decisión de Esperanza Aguirre expulsando del Grupo Parlamentario Popular a tres diputados de la Asamblea de Madrid -uno de ellos, Alberto López Viejo, antiguo viceconsejero suyo en el Gobierno de la región-. En diferente grado, los tres consignan andanzas presuntamente corruptas el enciclopédico sumario del caso «Gürtel». Los jueces decidirán en su día si los imputados son o no responsables de prácticas ilícitas; pero, mientras tanto, con el instinto de quien sabe que la política se rige por códigos propios, hasta donde está a su alcance, Esperanza Aguirre ha cortado por lo sano. Ha dicho que se siente engañada, traicionada en su confianza, y ha decidido actuar en consecuencia. Su enérgica decisión, por contraste, deja en evidencia a Francisco Camps, cercado como está el presidente valenciano de personajes y personajillos cuyas andanzas darían para una continuación de la vida de Rinconete y Cortadillo. ¿Cuánto tiempo puede seguir Ricardo Costa siendo el secretario general del PP valenciano?
La decisión de Aguirre también coloca en descampado a Mariano Rajoy, cuya premiosidad y tendencia a dejar pudrir los problemas, al tiempo que desazona a los militantes del PP, reabre el debate acerca de la idoneidad de su liderazgo.
Sobre este asunto, me contaron ayer un chiste: Un paisano le pregunta a otro: «¿Qué harían Mariano y Esperanza sí, por sorpresa y de manera alevosa, nos atacará Portugal?» «Está claro -responde el preguntado-: Esperanza advertiría que o cesaba el ataque o daría la orden para bombardear Lisboa; Mariano pediría el Manual de las Fuerzas Armadas de Portugal, mandaría localizar a un traductor y, antes de decidir, se tomaría su tiempo». Pues eso, el carácter es el destino.