MADRID, 13 (OTR/PRESS)
Lo que este martes tiene de gran día para el presidente Zapatero lo tiene de nefasto para Rajoy, Camps y el PP en general. Zapatero devolvía definitivamente a España la dignidad de sus excelentes relaciones con el presidente de los Estados Unidos, al borrar la sombra nefasta de Bush-Aznar mediante ese encuentro de la Casa Blanca con el presidente Barack Obama. Bush nunca quiso recibir allí de modo oficial al presidente Zapatero, en mezquino castigo por haberse enfrentado a él a raíz de la guerra ilegal y genocida de Irak y luego de la retirada de las tropas españolas de aquel país. Años después la Historia toma nota solemne del cambio radical operado tanto en USA como en España, con el acceso al poder y el protagonismo de Obama y de Zapatero, tras el rastro desastroso de Bush y de Aznar. El presidente americano y el jefe del Gobierno español, si no en la medida de aquella exageración de Leire Pajín, han protagonizado la imagen de la coincidencia esencial de ambos en el cambio sustancial en sus dos países y en la concepción democrática y progresista del mundo y de la política.
Mientras el presidente español trabajaba intensamente con Obama en el proyecto de reconstrucción política, económica y social del mundo, a la misma hora estallaban las miserias del PP, primero con la declaración terrorífica y acusatoria de Ricardo Costa y luego con la reunión tempestuosa de la dirección valenciana del PP, tras la rebelión abierta de Costa y la conmoción brutal de todo el partido. De momento, y antes de sustanciarse el tema de la dimisión o cese, quedaba claro que Rajoy no dijo la verdad cuando aseguró que lo primero que hizo al llegar al poder del partido fue ordenar que se cortaran las relaciones con el tinglado de El Bigotes. Y también quedó claro que Costa nunca se salió de las directrices superiores de su partido, lo cual es una acusación estruendosa contra Francisco Camps y Mariano Rajoy, a quienes dejaba en trance de ser barridos de sus actuales responsabilidades. Tras este gran estallido ya sólo queda el estallido cósmico que se lleve todo por delante.
