Victoria Lafora – Cae el primero.


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Ricardo Costa ha sido el primero en caer. Se ha resistido lo que ha podido. Ha osado echarle un pulso a la dirección del partido en Madrid y, como era lógico, lo ha perdido. Ayer, tras el sainete protagonizado por la dirección de Valencia y el cabreo de Génova, su cabeza ha rodado por las escaleras de las Corts Valencianes. Mientras él lloraba Manuel Maluenda ocupaba su lugar como portavoz parlamentario.

Ha sido el primero, pero no va a ser el último. Camps le ha dejado caer inútilmente, porque el presidente valenciano es ya un cadáver político. Ha perdido su primer parapeto, le queda su vicepresidente Rambla (que lleva unos días calladito por si las moscas y casi transparente para pasar inadvertido).

A Camps no le puede salvar nadie porque el verdadero «amiguito del alma» del Bigotes era él. Quien introdujo a las empresas de Orange Market en la Comunidad Valenciana fue él. Además, como presidente del Consell, es el principal responsable de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Valencia.

A Ricardo Costa le ha perdido esa imagen de pijo trasnochado que superaba, incluso, los estándar del PP. Esa afición por el lujo, esos trajes de petimetre, esa patata que se había tragado y que le impedía hablar como una persona normal.

Pero eso no justifica el cese de nadie ni encubre ni tapa un escándalo de las proporciones del caso Gürtel en Valencia. En su comparecencia del martes, Ric (para los amigos) recuperó parte de la dignidad que la publicación de sus conversaciones con el Bigotes le había quitado.

Porque Ricardo Costa no se fue a hacer el Camino de Santiago el fin de semana del puente. No, se quedó en Valencia. Redactó su brillante ultimátum a Camps y a Rajoy y ensayó delante del espejo la escenificación de su comparecencia pública.

Escupió la patata de la boca y, en un tono pausado, empezó a desgranar verdades como puños. Entre ellas que siempre había actuado a las órdenes de la dirección tanto de Madrid como de su presidente; que nunca había formado parte del ejecutivo valenciano y por tanto no tenía capacidad para conceder contratos a nadie etc. Pero, sobre todo, hizo algo inaudito en un político en ejercicio: avergonzarse públicamente de sus conversaciones con el Bigotes que se transcriben en el sumario. Son para sonrojarse, no sólo las suyas, pero nadie ha tenido la decencia ni siquiera de reconocer que las ha pronunciado. Esto es sólo el aperitivo.

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