Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Vuelve el «Celtiberia Show»


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Muchas veces me digo que hay momentos en la vida política de los países en los que parece que se dispara un muelle hacia el surrealismo, por decir lo menos. Un inolvidable colega, lamentablemente fallecido hace ya años, llamado Luis Carandell, hizo célebre sus sarcasmos bajo el título de «Celtiberia Show», en donde se aireaban esas españolísimas salidas por peteneras que creíamos que iban a ir debilitándose a medida que la democracia nos igualaba con los países de nuestro famoso entorno y la globalización avanzaba. Pero nada de eso: el show celtibérico avanza y se expande, aunque quizá los observadores, cansados de tanto desatino, hayamos ido perdiendo la capacidad de sorpresa y hasta el sentido del humor y del horror.

Aunque ya le digo: el show avanza imparable, aunque nos hayamos acostumbrado tanto a él que ya no lo degustamos. Y es entonces cuando el único resultado de un importantísimo debate sobre unos Presupuestos para el año próximo que, en todo caso, poco van a tener que ver con la realidad, deriva en una controversia acerca de si el líder de la oposición tuvo o no un comportamiento machista en su réplica al discurso de la vicepresidenta del Gobierno. Es apenas un ejemplo, claro está, porque podríamos encontrar docenas de cosas como de locos entre los acontecimientos de una semana que Dalí hubiese sido feliz reflejándola en una de sus telas más delirantes.

No me diga usted que la imagen del director de los servicios secretos pidiendo a los ciudadanos que tengan cuidado con el uso de sus móviles, que en cualquier momento pueden estar controlados, no incorpora un fino rasgo de humor «made in Spain» a la tragedia de la crisis. O que no se movería usted a la risa ante el episodio del «niño -o no tan niño– pirata» somalí, que ha enfebrecido a la Audiencia Nacional; sería, ya digo, cosa de risa si en el fondo del asunto no estuviese la tragedia de unos pescadores retenidos por unos posibles asesinos y de sus familias, que aguardan, rezan y suplican soluciones tangibles. Bueno, en todo caso, parece que el no-tan-niño-pirata sí se está mondando de risa con los traslados a centros de mayores o menores -según cómo vayan las radiografías de sus molares- a los que le someten los jueces: «estoy conociendo a mucha gente», ironiza el piratita, con socarronería impropia (o si) de su tierna (o no) edad.

Y, ya que estamos en la sonrisa agridulce: ¿qué tal lo de los primos de la gabardina, que han sorteado de manera espectacular a los tribunales, pidiendo una indemnización al Estado por lucro cesante mientras, los pobrecillos, tenían que afrontar sus procesos judiciales? Ante eso, lo de que Millet no puede ser legalmente encarcelado -juez del caso dixit–, pese a estar probada su millonaria apropiación ilícita, es casi una noticia irrelevante. O ¿qué me dice de la pelea en Caja Madrid, en la que nadie, pero es que nadie, está diciendo la verdad a micrófono abierto en este bochornoso navajeo político-financiero? Y lo peor, o al menos lo más eltibérico, es que todos saben que todos mienten y como si nada. O lo del alcalde del Ejido y sus muchachos, a los que han tardado veinte años (veinte años eran los que llevaba el señorito en el cargo), en destapar las corruptelas: cosa baladí, por tan repetida. Rutina pura, en comparación con lo del piratita. Tanta rutina como lo de los diecisiete mil folios del «sumario Gürtel», sobre el que se podría escribir todo un Tratado de celtiberismo disparatado.

Insisto: tengo ejemplos a montones, pero el espacio que a mi artículo puede concederle este periódico es, como usted sabe, finito y limitado. Sin embargo, no me resisto a concluir traspasando nuestras fronteras y citando ese artículo aparecido en el Wall Street Journal, nada menos, en el que se acusa a nuestro ministro Miguel Angel Moratinos de ¡ser «el hombre de Castro en Europa»!, aludiendo a la existencia de un «pensamiento moratiniano» en el Viejo Continente, palabra de honor. Y es que el humor cañí no se agota, como se ve, en la piel de toro: exportamos poco, pero el show celtibérico va conquistando los mercados. Ah, si el genial Carandell levantara la cabeza.

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