Victoria Lafora – Piratas de ida y vuelta


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Los jueces de Madrid, sobre todo los de la Audiencia Nacional, tan ávidos de casos de relumbrón, de esos que dan prestigio internacional y les hacen salir en las teles subiendo y bajando por las escaleras del edificio de la calle Génova, andan estos días a la gresca. Ninguno quiere quedarse con el pirata somalí de edad incierta, que un día resulta ser menor de edad y al otro hombre adulto. Si no hubiera treinta y seis marineros del atunero «Alakrana» secuestrados por sus compinches, el vodevil de los jueces pasaría, como otros muchos, inadvertido.

Pero cuando corre peligro la vida de los tripulantes el que el juez Pedraz y el del juzgado central de menores José Luís de Castro se estén peloteando el expediente del «pirata» Abdu Willy, resulta una imagen bochornosa de la Justicia; una más. El delincuente, sea mayor o menor, que secuestró un barco pesquero con armamento real e iba a cobrar una importante cantidad por su hazaña, está encantado con el «turismo» y «la cantidad de gente» que está conociendo durante su estancia en Madrid.

Ha pasado por la cárcel de Alcalá Meco, ha estado en un centro de menores, ha conocido a cuatro jueces diferentes, ha estado varias veces en el hospital de la Paz y el viernes, cuando en el colmo del despropósito estaba a punto de quedar libre porque los dos jueces se inhibían, fue llevado a un centro de menores cerrado. Le falta por conocer el zoológico y el Retiro, antes de volver a Somalia como objeto de canje a cambio de la liberación de los marineros secuestrados. Porque si toda esta operación para no determinar su edad está relacionada con la exigencia de los raptores del «Alakrana» y el problema es que ningún juez se quiere mojarse en este charco, la primera pregunta que surge a bote pronto es: ¿para que se le trajo a España en una costosa operación que implicó a otros países con barcos en la zona?

¿Es que siempre se tienen que hacer las cosas mal? En el anterior episodio de captura de piratas, en la misma zona, hubo contraorden, cuando ya estaban a punto de salir rumbo a Torrejón, porque los jueces españoles no tenían jurisprudencia y, después de ser apresados por la Armada, tuvieron que ser entregados a Kenia. ¿Hay que hacer siempre el ridículo? Mientras tanto silencio absoluto sobre el otro secuestrador del que se supone sigue preso preventivo en Alcalá Meco. A él le pueden pasar dos cosas: que forme parte también del canje o que, dada la lentitud de la administración de la Justicia, dentro de tres años nos enteremos que salió a la calle porque superó el tiempo que marca la Ley de prisión preventiva sin juicio. No sería el primer caso.

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